TMtanuel Martín , presidente de las Cortes, se despide dando un tirón de orejas. Con elegancia, sin nombrar a nadie pero señalando hacia los dirigentes de los partidos políticos, les ha leído el catecismo de la Transición. Les ha recordado --tanto a Zapatero como a Rajoy , tanto a Rubalcaba como a Zaplana , tanto a los nacionalistas catalanes como a los vascos- que consenso y sentido del límite , fueron dos de los pilares sobre los que se levantó el edificio que hace veintinueve años permitió coronar la Constitución, la mejor de la Historia de España.

Sé que puesto que el tiempo no tiene marcha atrás, la ucronía, la ficción que permite especular cómo habrían discurrido las cosas si tal o cual acontecimiento se hubiera desarrollado de otra manera solo conducen a la melancolía, pero, aún así, hablando de los difíciles años de la Transición, la verdad es que debemos congratularnos de la suerte histórica que tuvimos al contar con dirigentes políticos de la talla de Adolfo Suárez, Santiago Carillo , el general Gutiérrez Mellado, Felipe González, Manuel Fraga, Josep Tarradellas, Rodolfo Martín Villa o el cardenal Tarancón . Si en aquellos días en los que a la vesania terrorista se unía la amenaza golpista y a la inflación galopante un índice de paro elevadísimo la tarea de sacar a España del atolladero político en el que la había depositado la dictadura de Franco hubiera correspondido a los Zapatero, Rajoy, Blanco, Acebes, Ibarretxe, Carod Rovira o Montilla , sinceramente: no sé dónde estaríamos.

¡Menos mal que la herencia política recibida es buena y permite aguardar tiempos mejores con cierta tranquilidad de fondo! Creo que ésa es la esperanza del testamento político de Marín.