WEwl periodo de sesiones en el Parlamento extremeño se abrió ayer con el compromiso de los dos grupos, el PSOE y el PP, de consensuar los grandes temas: el proyecto del nuevo Estatuto de Autonomía, la política agraria, las competencias municipales, la educación.

No es frecuente que gobierno y oposición apuesten por el consenso; y menos que la apuesta no se reduzca a un asunto puntual o extraordinario sino a un conjunto de iniciativas políticas que podrían ocupar buena parte de la actividad de la Asamblea en una legislatura: en la historia parlamentaria de la región es una situación inédita. Los amantes de las emociones fuertes, y aquellos que conciben la labor parlamentaria como un duelo dialéctico desde la tribuna de oradores, tal vez dibujen una mueca de disgusto ante el tiempo de consenso que sellaron ayer el presidente Guillermo Fernández Vara y el jefe de la oposición Carlos Floriano desde esa misma tribuna, pero el conjunto de los ciudadanos, y más en una sociedad desarrollada, celebra que sus representantes se esfuercen por buscar el denominador común que hay entre ellos que enfatizar las diferencias. Este clima no es solo un síntoma de madurez política, sino una actitud que puede --y debe-- tener réditos y ventajas para Extremadura: siempre será más respetada la posición extremeña sobre la política agraria ante Madrid o ante Europa si esa posición cuenta con el impulso unánime de la Asamblea. Sacar los que se podrían denominar ´asuntos de Estado´ de la discusión y de la pugna no tiene por qué empobrecer la democracia y sí hace más fuerte a la sociedad.