El próximo 8 de marzo celebramos, todos y todas, el Día Mundial de la Mujer, una celebración que surgió en el año 1908 en la ciudad de Nueva York. Ese día centenares de obreras se manifestaron por las calles de esa ciudad para reivindicar y demandar mejoras en sus condiciones laborales.

A punto de cumplirse cien años de ese histórico acontecimiento que debe verse, no como un hecho aislado, sino como una etapa histórica marcada por las reivindicaciones de muchas mujeres para conseguir una serie de derechos de los que hasta entonces no habían disfrutado, son muchas las realidades que, a pesar de los avances, queda mucho camino por recorrer.

Numerosas deudas quedan todavía pendientes desde entonces. Es inaceptable que las mujeres españolas sigan teniendo más dificultades que los hombres a la hora de acceder a un puesto de trabajo, dándose la circunstancia que las mujeres poseen una preparación académica superior al hombre.

Qué decir de la complicada y casi imposible conciliación de la vida laboral y familiar, de los despidos que realizan determinadas empresas cuando sus empleadas se quedan embarazadas, de las diferencias salariales entre hombres y mujeres ocupando el mismo puesto de trabajo. Esperpéntico resultado, como ejemplo, que la única concejala liberada en el Ayuntamiento de Don Benito cobre menos que sus compañeros concejales liberados.

Una de esas realidades que sigue siendo una deuda pendiente de la sociedad para con las mujeres es la inexistencia de una ley integral nacional contra la violencia de género. Una ley que articule mecanismos de defensa efectivos contra los terroristas domésticos que maltratan a las mujeres, una ley que impida que sea la víctima la que tenga que abandonar el domicilio conyugal y huir lejos mientras el verdugo sigue disfrutando del calor del hogar. Y es precisamente el día 8 de marzo cuando tenemos que dejar patentes que no vamos a consentir que nadie siga maltratando a las mujeres y que no vamos a ser tolerantes con aquéllos que ejercen el terrorismo doméstico.

Pero también es el día para dejar claro que tampoco vamos a ser tolerantes con aquéllos que se niegan a redactar una ley de alcance nacional que acabe de una vez con una lacra social que nos avergüenza cada día más y para que acabe el goteo intermitente de víctimas, tanto las que mueren asesinadas como las que tienen que vivir con el miedo eterno de saber que su maltratador está en la calle. El 8 de marzo es, el día perfecto para que dejemos de oír en boca de las mujeres maltratadas una frase que escuché un día a una de ellas: "Sé que el día que muera será a manos de mi marido".

*Portavoz de la Asociación de

Derechos Humanos de Extremadura