Diputado del PSOEpor Badajoz

Por obvio que pueda parecer, resulta pertinente recordar hoy, a tenor de lo ocurrido en las elecciones catalanas, que la base del sistema democrático estriba en saber trasladar con lealtad las inclinaciones manifestadas por los ciudadanos en las urnas. Pero en muchas ocasiones el mecanismo de conformación de las mayorías parlamentarias suficientes para garantizar gobiernos estables posibilitan, en aras de la eficacia o de la gobernabilidad, la constitución de gobiernos que desvirtúan en gran medida el sentir expresado en las urnas. Los resultados habidos en las elecciones catalanas pueden constituir un ejemplo ilustrativo de esta cuestión. Las fuerzas soberanistas, ERC, han alcanzado el 16% de los sufragios. Sus votos resultan imprescindibles en diversas combinaciones de Gobierno y conscientes de ello pedirán un alto precio por su cooperación. Precio en forma de pasos concretos que les encaminen hacia la consecución de su objetivo final, la independencia de Cataluña; importa poco al fondo de la cuestión, que sea pura y dura la independencia pedida, o que se maquille con alguna forma jurídica que la haga más tolerable. Pues bien, en cualquier caso, el 16% va a conseguir influir en un tema de máxima gravedad muy por encima de las posibilidades que se derivan de su discreto porcentaje en el Parlamento catalán. Y ésta influencia se ejerce con toda la legalidad del mundo, pero con una legitimidad ética muy dudosa.

Nunca debiera haber conflicto entre los principios éticos y los mecanismos legales. Pero desgraciadamente la realidad es muy otra, y es el ordenamiento legal y los principios legales,los que confieren la legitimidad política, pero no por ello pierden valor los éticos y son éstos a la larga las que cohesionan la sociedad.

Es necesario defender democráticamente la profunda convicción de que la unidad de España es un valor ético por encima de cualquier partido. Y que la defensa de este valor no es de derechas ni de izquierdas, es de todos los que creemos en el marco convivencial que llamamos España, y que este valor no se debe, ni se puede utilizar en clave partidaria, mucho menos partidista y que está más allá de ganar o perder unas elecciones, de formar o no formar gobierno. La defensa de los valores básicos debe estar más allá de cualquier evento electoral y por encima de cualquier combinación de poder.

En términos de Estado, los nacionalismos son un porcentaje pequeño, insuficiente e incapaz por sí solo de producir graves derivas nacionalistas. Pero su poder se acrecienta y multiplica cuando se convierte en llave de la gobernabilidad. Pero ni España ni los españoles podemos vivir y gobernarnos bajo el síndrome de las minorías nacionalistas. Frecuentemente se piden esfuerzos para entender en algunos territorios periféricos los posicionamientos nacionalistas y se arguye la necesidad de dar pasos, que siempre van en la misma dirección, para que se sientan cómodos, pero por más que se den siempre siguen estando incómodos. Lo que para la inmensa mayoría de la ciudadanía española es un fin, para los nacionalistas es un medio.

Es hora de parar, de pedir a los soberanistas que se pongan en nuestra piel, y nosotros, todos, alguna nota debemos tomar de lo que nos dicen. El secretario de ERC, señor Carod-Rovira, es un tanto expresivo, y bastante menos prudente cuando nos dice que tomemos nota, que el ERC no está para garantizar la unidad de España y que el agradecimiento más significativo es la felicitación del señor Ibarretxe. Tomamos nota.

Las circunstancias colocan al PSC-PSOE, que por federado que sea sigue siendo PSOE, a reconducir al ERC al cumplimiento del documento de Santillana, y de esto nos alegraremos todos.