Hacía mucho tiempo que no cogía un tren desde Extremadura. Siempre opto por el coche o por el autocar, pero la semana pasada me animé y fue mi peor decisión. No sólo llegué a Madrid con retraso (no resulta asombroso, pero suele ocurrir, tengo entendido), sino que mi cuerpo se convirtió en una contractura andantes. No podía ni moverme y, para colmo, tenía que tomar otros tren; eso sí, era un AVE.