TALGO: Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol. RENFE: Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles», eran ejemplos para entender los acrónimos en los tiempos de la escuela. Acto seguido las siglas, como la de «AVE: Alta Velocidad Española».

¿Qué era el AVE por aquel entonces? El orgullo de la España moderna, la seña del progreso. A nosotros también nos llegaría, nos conectaría con Madrid y Lisboa, como europeos que somos. El colegio pasó, toda mi vida académica, la educación superior, las becas, los trabajos encadenados, años y años, y el AVE no llegó. Con una velocidad inversamente proporcional a lo que tarda en su recorrido. Las promesas se dilataron y se dilatan en el tiempo.

Y, la verdad, si tuviera que apostar, muy a mi pesar, diría que no va a llegar. Tantas aves migratorias que pasan por esta tierra, pero el tren moderno no va a ser una de ellas. O si lo es, cuando lo sea, será porque ya está desfasado, ya habrá otro modelo superior y más eficiente que lo haya dejado anticuado. Tal y como lo es a comparación el Talgo ahora.

Y leemos declaraciones sobre la vuelta del «Tren Articulado Ligero Goicoechea Oriol» en las que se manifiesta que es una «excelente noticia», según dice el presidente de la Junta de Extremadura Guillermo Fernández Vara. O loas a Mariano Rajoy de la delegada del Gobierno, Cristina Herrero, «por cumplir su promesa de poner en marcha un tren Talgo y por devolver a los extremeños lo que nunca nos tendrían que haber quitado».

Unas frases que te aportan un plus de tristeza. Porque la promesa, ya de años atrás, no es el Talgo, es el AVE, son las infraestructuras, son el estar comunicados con el resto del mundo. Porque si leo en una nota que el presidente de los extremeños «espera» que «termine siendo AVE», mis sentidos se ponen alerta. Ojalá sea una falla del lenguaje, cabe recordar al presidente Vara que al AVE no se le «espera», sino que se «exige» y se «lucha» por él, tal y como debería para todos los avances que propicien el desarrollo y aseguren el futuro de esta tierra.

Otra lección que aprendíamos de niños y deberían tener presente ellos y todos los extremeños es tan simple como certera: «el que no llora no mama».