Decía hace unos días Iñaki Anasagasti que ETA es un pez que tiene agua y, mientras tenga agua, es decir, gente que la apoye, no morirá. Quizá tenga razón el senador del PNV, pero olvida que unos de los problemas que tiene el País Vasco derivan de que su partido se ha pasado años no solo sin achicar el agua para que la organización terrorista no disfrute de ella, sino a veces bañándose en el mismo río, todos juntos y revueltos, como cuando en 1998 firmó el acuerdo de Lizarra tras un pacto con ETA.

A raíz de aquel pacto contranatura, el agua se estancó y se convirtió en pantanosa, de modo que al Gobierno y a la justicia no le quedó otro remedio que ilegalizar a Batasuna, la formación política que el juez Baltasar Garzón acreditó que formaba parte del entramado de ETA. La ilegalización fue dictada por el Tribunal Supremo en el año 2003, ratificada por el Constitucional al año siguiente y sancionada definitivamente ahora por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo (TEDH), la instancia en la que la llamada izquierda aberzale y el nacionalismo vasco tenían depositadas todas las esperanzas para que diera un varapalo a la justicia española.

No solo no ha ocurrido eso, sino que los argumentos unánimes del TEDH entierran toda esperanza de una vuelta de Batasuna o de otras marcas a las instituciones democráticas. Y es que el tribunal europeo ha sabido escoger palabras contundentes al emitir su fallo, y ha señalado que la ilegalización era una "necesidad social imperiosa" por el "gran peligro" que este instrumento de ETA, como lo califica el TEDH, representaba para la democracia española. Los jueces defienden la ilegalización de los partidos que "no respetan una o varias reglas de la democracia", como la justificación de la violencia, y aclaran que eso no afecta a la libertad de expresión o de asociación, como lo prueba que varios partidos "separatistas" coexisten "pacíficamente en varias comunidades autónomas españolas".

La sentencia constituye un palo en toda regla a los argumentos de Batasuna, que aún ayer utilizaba Arnaldo Otegi en medio de alucinadas afirmaciones de que la sentencia sigue la "filosofía" de George Bush sobre la "guerra preventiva" y "total contra el terrorismo". El TEDH subraya que el solo hecho de no condenar la violencia serviría para ejecutar la ilegalización, dando un espaldarazo así al Supremo, cuando considera ese silencio indicio de la pertenencia al entramado etarra de una marca política. La sentencia ha sido recibida con satisfacción general, con el significativo silencio del PNV y las reticencias de ERC, cuyo secretario general, Joan Ridao, ha aplicado la vieja cantinela al decir que "expulsando a las fuerzas políticas de las instituciones se las aboca a otras vías". ¿Acaso cuando Batasuna era legal no optaba ya por otras vías?