Ocurría a veces por las mañanas. Como quien sabe que el día podia depararle cualquier cosa. Hasta la muerte, un desfallecimiento, quién sabe… Leer sus pensamientos, vivencias, sufrimientos y miedos en Facebook me hacía valorar la vida un poco más. Y acrecentar el temor a lo vulnerable que somos. Nadie le había contado a Alexandre Lacaze, mi amigo músico, que el hospital iba a ser su casa desde que un proceso de leucemia aguda le afectó el pasado verano.

Tampoco que su voz dejaría desde entonces de sonar en los escenarios hasta que esta semana, por fin, vio la luz. Reconocido artista de culto francoespañol residente en Extremadura, Alexandre ha seguido creando canciones durante el tratamiento para la creación de un nuevo trabajo. Pronto le escucharemos en el festival Contempopránea de Alburquerque en un gesto que dignifica a sus responsables Agustín Fuentes y Pablo Cordovilla y que hará de la música, su música, la fiesta de celebrar que estamos vivos. Pero el camino no ha sido fácil.

Y nuestro protagonista lo sabe mejor que nadie. Sesiones, tratamientos, pinchazos… Ël ha podido hasta llegar aquí, en el umbral que separa otra nueva vida de la que tuvo antes. Nada será ya igual. Ni con la guitarra que lleva dibujado el nombre de su hija Alice ni en el cuerpo menudo y afilado de este profesor a quien el tiempo le ha dado más tiempo para vivir. Verle asomar la cabeza en las fotos de Facebook con su pareja y adivinar una sonrisa supone un triunfo ante la adversidad de una enfermedad, ojalá superada para siempre.

Alguien le dijo, confiado en esta victoria, que sus próximas canciones serían el fruto de todo lo que vivió durante esta etapa áspera, real y vital, muy vital. De la experiencia se alimenta la creación, dicen, y esta vez te queda mucho que contarnos. Has ganado, Álex. Gracias a ti y a tu fuerza. Esta vez, sí, la historia tuvo final feliz.