Esperanza Aguirre es uno de los políticos más audaces y ambiciosos del panorama español. Compensa su falta de preparación intelectual con una listeza natural que le impulsa a no tener recato para desarrollar cualquier ocurrencia en la tradición del más genuino populismo. La mistificación de su pertenencia a una clase social en vías de extinción con la cercanía que inspira su desparpajo y espontaneidad le permite escalar puestos en el hit parade de la sucesión de Mariano Rajoy , que es la pieza más cercana y codiciada.

Su último atrevimiento ha sido el intento de rehabilitación del periodista insignia de la COPE, tramitándole al bote pronto, sin audiencia previa, un perdón del Rey que se pretendía sin disculpas, sin acto de contrición y desde la soberbia de que fuera la Corona la que se plegara al predicador.

Las intenciones de Esperanza Aguirre no son difíciles de adivinar: le interesa un periodista rebelde que le estuviera agradecido por facilitarle salida de la vía muerta en la que se encuentra, al haber puesto en conflicto a la Conferencia Episcopal con la Corona, por el acoso sistemático a la más alta magistratura del Estado desde la emisora de la Iglesia. Pero el camino elegido ha sido el inverso al que el sentido común y el respeto a las instituciones hubiera exigido. La osadía de esta política equivocada radica en que no fue a buscar al periodista para convencerle del error grave en que estaba incurriendo, sino que presumiblemente le vendió la gestión de una claudicación del Rey que le concediera un trato más humano al periodista agresor, que no está dispuesto a modificar sus comportamientos. Y luego, el apoyo incondicional del periodista en su campaña por la silla de Rajoy. El tiro le salió por la culata pero su temeridad, ahora conocida, engorda su prestigio de que no se detiene ante nada. Su peor servicio a España, a la que dice adorar utilizándola, al ser conocida su temeridad, coloca a la Corona en una situación delicada, al conocerse que la representante ordinaria del Estado en la Comunidad de Madrid ha pretendido que el Rey se achante ante quien le ofende desde las ondas.