Tenemos un problema. Y de los gordos. Según la prospección del Instituto Nacional de Estadística, Extremadura tendrá cada vez menos habitantes y éstos cada vez serán más viejos. Es el futuro que nos aguarda según las previsiones basadas en las tendencias de población del INE, de las que se extrae que nuestra región perderá 66.500 habitantes en 15 años pero, además, aumentará su población mayor de 65 años un 22% hasta alcanzar las 275.000 personas. Esto significa que en poco más de una generación, en el año 2030, uno de cada cuatro extremeños estará en edad de jubilación, una realidad demográfica insostenible.

En una extensión de territorio tan amplio como es Extremadura (41.634 km2), que viene a representar casi la mitad de Andalucía (86.268 km2), tenemos apenas 1.100.00 extremeños y a la baja frente a más de 8.000.000 de andaluces. Hay 383 municipios pero, por el camino que vamos, acabarán por cerrar algunos. Sinceramente ha llegado el momento de cambiar el chip, ya no se trata sólo de que se nos vaya gente, deben lanzarse iniciativas para que venga más población. De lo contrario vamos abocados a una región de abuelos, donde se podrá seguir viviendo muy bien dado lo estandarizado de nuestro sistema de pensiones, pero sin ningún futuro.

Diputaciones de toda España, la Junta de Extremadura, mancomunidades y grupos de acción local firmaron este viernes la ‘Declaración sobre Despoblamiento del Medio Rural’ en la localidad cacereña de Montánchez, donde se ha desarrollado estos días un congreso en el que se han analizado las causas y las soluciones para evitar la pérdida de población en los pueblos. La cita no puede ser más oportuna. Los firmantes alzan la voz para dar un toque de atención ante el proceso de despoblamiento que afecta a nuestro medio rural comprometiéndose a aportar cuantas medidas locales sean necesarias y a impulsar las iniciativas gubernamentales apropiadas para invertir la tendencia.

Los firmantes se comprometen a impulsar políticas concretas que se incorporen en la planificación de las administraciones públicas y en sus presupuestos. Entre ellas se contempla la introducción de medidas fiscales y ayudas económicas para la vida rural de familias, empresas e iniciativas piloto; apoyar el papel de la mujer en los escenarios rurales y en la lucha contra el despoblamiento; ayudar a los ayuntamientos y a las diputaciones a la promoción del desarrollo rural, o llevar a cabo acciones de toma de consciencia social, empresarial y política que impulsen la valorización del medio rural.

Los pueblos no pueden ser una especie de decorado donde los turistas ‘esnob’ vengan a ver cómo viven los lugareños y a disfrutar de un fin de semana inolvidable que luego puedan contar en sus respectivas ciudades de origen. Un pueblo sin gente es un pueblo sin vida. Y hoy día es verdad que el sistema de ordenación geográfica que nos hemos montado después de la emigración masiva de los años 70 es ideal y nos ha permitido mantener nuestros pueblos abiertos desde la llegada de la autonomía. El acceso a servicios básicos como la educación o la sanidad y la ostensible mejora de las carreteras ha permitido que nuestro medio rural sea un lugar perfecto donde plantear un proyecto de vida. Pero sin empleo, sin medios donde subsistir los jóvenes y sus descendientes, no hay esperanza. La gente acaba por marcharse y los que se quedan acabarán por morirse irremediablemente esperando a que lleguen nuevos vecinos, nueva gente que protagonice el relevo generacional.

Soy de pueblo. Por eso sé de las ventajas que ofrece el mundo rural en todos los conceptos. Pero hay que ser conscientes de que las cifras cantan y no se puede esconder la cabeza en la tierra como el avestruz a ver si pasan los depredadores. O nos ponemos las pilas o empezamos a cerrar pueblos en 15 o 20 años. Igual que la declaración de Montánchez pretende implicar a todos los entes de la región, todos los extremeños debiéramos tomar conciencia de que hay que hacer algo si queremos que la región sea sostenible y para ello no sólo basta con sujetar a la gente para que no se vaya y emigre a otros puntos de España o del extranjero, sino que hay que ofrecer Extremadura como tierra de acogida donde el que venga, tenga un futuro.