No conviene olvidar nunca que la crisis política que estamos experimentando tiene su origen en la crisis económica que estalló en el año 2008 y, concretamente, en la difícil adaptación de los Estados soberanos a la respuesta colectiva dada por la Unión Europea. En el caso español, es nítido que todo saltó por los aires el 12 de mayo de 2010, un día cuyo protagonista lo cuenta así: "Fueron dos minutos y medio. Doscientas setenta palabras interminables que leí con toda la convicción de la que fui capaz". Lo hace José Luis Rodríguez Zapatero , en "El dilema", el libro donde explica su experiencia durante los años de crisis. En esas palabras expresa lo que vivió al dirigirse al Congreso enumerando los primeros recortes. Zapatero lo sigue describiendo de forma bastante descarnada: "Son de esos días en que sabes que algo termina, aunque no está muy claro qué va a comenzar La generación de la democracia afrontaba el peor momento de nuestro tiempo como país libre Europa vivió aquellos días una especie de ataque como el de Pearl Harbor, pero financiero".

No voy a abundar mucho más en su interesantísimo relato, pero sí importa recalcar su descripción de la noche en que tuvo que tomar la decisión de los recortes, a expensas de Estados Unidos y de la UE, cuando afirma que su propósito era llegar, por todos los medios, a un acuerdo en Bruselas "que evitara el desastre sistémico que se nos anunciaba a partir del lunes". Todo ello después de muchas conversaciones, propuestas y contrapropuestas y demás vericuetos diplomáticos.

Nada muy distinto a lo que ha hecho ahora Syriza, el partido griego de izquierdas que ha llegado al Gobierno en volandas de una ciudadanía desencantada con las políticas socialdemócratas aplicadas en Europa, como las de Zapatero . Un partido, Syriza, en cuyo programa se da por hecho que Grecia permanecerá en el euro.

Volvamos a España. Pablo Iglesias escribía en el diario digital publico.es, el 5 de octubre de 2013 (a tres meses de presentar Podemos como partido): "Si en el Estado español ganara las elecciones una coalición política democrática y patriota habría que abandonar la eurozona y tomar el control de la política monetaria".

El 23 de mayo de 2014, con cinco meses de vida de Podemos y a dos días de las elecciones europeas, afirmaba en una entrevista a El País: "Lo que tenemos claro es que este euro no sirve", una evidente matización a la contundencia de ocho meses antes. El 25 de enero de 2015, siete meses después de aquello, en una entrevista en La Sexta afirmó: "España en ningún caso saldrá del euro si nosotros gobernamos". Cuando nació Podemos, y conociendo el historial de Iglesias y el origen del partido, esperaba honestamente que nos presentaran tres escenarios posibles para España: uno dentro de la eurozona, como ahora; otro dentro de la UE pero fuera de la eurozona y un tercero fuera de la UE. Hubiera sido, y sería aun hoy, lo coherente con sus ideas. Pero ni es así, ni será así.

ESTE ES un problema especialmente para Podemos, por los cambios de opinión de Iglesias , por la inconsistencia de los argumentos y porque ha basado gran parte de su crítica al resto de partidos en esta cuestión. Pero no es un problema solo para Podemos. Todos los partidos políticos españoles, dada la máxima relevancia de este tema, deberían tener una posición clara, argumentada con datos rigurosos y bien explicada a la ciudadanía.

Porque, que nadie les engañe, solo hay dos opciones: estar dentro de la UE o fuera. Estar dentro supone asumir su funcionamiento y sus reglas, que solo pueden cambiarse con un amplísimo consenso donde la opinión de Alemania pesaría tanto como en el actual diseño. Estar fuera supone una serie de consecuencias económicas que son las que nos deberían explicar los políticos. Quienes son más entusiastas con la UE y quienes lo son menos. Todos. Por eso, porque solo hay dos opciones, Syriza ha tenido finalmente que negociar y acordar, como negociaron y acordaron sus antecesores griegos, como negoció y acordó Zapatero . Por eso Podemos ha pasado en poco más de un año de querer irse del euro a convertirlo en ineludible. Porque el margen es muy, muy, muy estrecho.

Por supuesto que hay que cambiar el diseño de la UE. Es inaceptable el neocolonialismo alemán por vía financiera. Pero eso no lo podrá hacer un solo país, y menos un solo partido político de un solo país. Y mientras se cambia (¿cuándo?), hay que decidir: dentro o fuera. Y no hay más. Quien proponga otra opción está obligado a explicarla convenientemente. No es ningún juego.