Supongo que al igual que yo, la mayoría de los españoles desean vivir en una España despiojada, en la que los parásitos sociales no tengan la más mínima oportunidad de engordar chupando el dinerito que el resto de los ciudadanos aportamos al Estado (directa o indirectamente). Ahora mismo España es un criadero de corruptos paridos por los partidos políticos más representados (PP, PSOE, IU y CIU). Los españoles que tenemos la suerte de trabajar, vivimos en un estado de incertidumbre; los que están en paro, de desesperanza. Y a todos nos embarga la impotencia, la decepción, la indignación, ante el elenco de corruptos que semana tras semana nos van mostrando los medios de comunicación. Todos estos desalmados ayer tan serviciales, tan solícitos, tan capacitados, cada uno desde su ideología, su sigla, su emblema. Intentando ganarse a los ciudadanos para que les votaran. Hoy presos de su codicia, de su impunidad, de su indecencia. Intentando un veredicto favorable de los jueces para no dar con los huesos en la cárcel. No es extraño pues que los españoles clamen por un desparasitador que desparasite nuestra piel de toro. ¿Pero dónde encontrarlo?

Semana a semana nos preguntamos qué político o qué cargo público será imputado, investigado, interrogado, o detenido. Los jueces ponen las preguntas y ellos niegan lo innegable, o afirman lo increíble. Ni siquiera reconocen ser los proyectores de su propia sombra. Vamos, que quieren hacernos ver que la cal es negra y el carbón es blanco.

Por ejemplo, Miguel Blesa dice que nadie le dijo que tenía entre manos una tarjeta negra de Caja Madrid, cuando él era precisamente el presidente de la entidad, cargo al que se supone llegó por saberlo todo sobre la gestión y organización de la empresa. Por su parte, Rodrigo Rato manifiesta que no conoce la Ley de Cajas de Ahorro y no es experto en organización y en contabilidad. Y lo dice todo un exministro de Economía, exgerente del Fondo Monetario Internacional y expresidente de Bankia.

Madre mía, quiénes nos estarán gobernando.