Filólogo

En Cáceres, a eso del anochecer, uno puede echarse a la calle, convencido de que tropezará con algo cultural. Cáceres, no está libre de la amenaza del foro: a las ocho de la tarde, o das una conferencia o te la dan.

El club taurino puede citarte a una tertulia en la que participan los mayorales de las principales ganaderías; el Cimov, a una conferencia sobre espacios de inteligencia; el museo de la ciudad a conocer la pieza del mes; la Biblioteca del Estado a escuchar una sedosa voz sudamericana sobre el tráfico de armas; el Ateneo a que te aproximes a la novela histórica, a la crítica musical, pictórica, literaria, esotérica; pero si lo tuyo es la música puedes optar por buenos intérpretes en Clavellinas, por música irlandesa en la Uex o disfrutar de un concierto de jazz fusión o de un swing en salas privadas; si es el teatro, ahí está el Gran Teatro con precios calificados de asequibles y las salas privadas con generosos programas; a eso se puede sumar una media docena de exposiciones de pintura, la presentación de un libro, o la cata de los vinos de alguna comarca de la provincia.

A las ocho de la tarde, en Cáceres, el personal que no está de oyente en una conferencia, un concierto o en una sala de exposiciones, anda en reuniones de cofradías para la Semana Santa o el Carnaval, habla de micología, fotografía, cocina, acordeón, o se maltrata encima de una bicicleta, saltando sobre un cajón, o tirado en un tatami, entregado a la cultura del músculo.

La cultura a las ocho de la tarde tiene mucha seducción, a pesar de que algunos advierten más fotocopia que original, más ratificación que notificación, más tocino que magro; la cultura al por mayor reconforta, pero la más de las veces rebaja el nivel: de ciertas tertulias, charlas, conferencias, cursos, --se lamenta el personal--, se sale con la impresión de que te han dado, en lugar de un calmante, un puñado de bicarbonato. Y ¡no es eso!