Ayer se presentó oficialmente el president en el exilio de la estupenda Tabarnia y al mismo tiempo Puigdemont, el que se sigue autoproclamando legítimo president de la Generalitat hasta el punto de preferir no cobrar la pensión como expresident que admitir su cese, juró la Constitución española. Con todos los añadidos marca de la casa indepe, pero la juró. Y así sumó un nuevo sinsentido a la larga lista de disparates que vienen siendo sus ocurrencias desde que, tras proclamar la república catalana y suspender sus efectos, se fugó a vivir opíparamente en Bruselas, dejando en la estacada a sus más destacados colegas de incongruencias. ¿Por qué jura el hombre algo en lo que no cree y que no piensa cumplir? ¿Por qué pretende ser restituido en un cargo que según sus conductas, mensajes y proclamas nunca ha perdido? ¿Qué nuevas majaderías perpetrará él y hará perpetrar a sus fieles? ¿Cómo de contagiosa es la insensatez de su ideario como para cegar de manera tan bochornosa a los que aún le apoyan? ¿A qué clase de secta pertenecen? Y, por último, ¿quién le paga todo el cachondeo?

Cansada de clamar en el desierto, conjuro mi dolor por la tierra de mi infancia a la que tanto amo, constatando que, pese al farol de Junqueras acerca de las turbias maniobras independentistas que lograrían elevar de manera insostenible la prima de riesgo española, esta está casi mejor que nunca, lo mismo que la bolsa y las previsiones económicas de futuro.

La payasada catalana se ha hecho crónica y parece ya no doler como dolía. Pablo Iglesias sale de su escondite con escasa autocrítica y menor repercusión mediática. Algunos podemos llegar a pensar que un tic tac funesto le urge a él más que a aquel a quien iba dirigido. Pedro Sánchez saca pecho y, pese al papelón den las elecciones catalanas, se postula ahora como el líder deseado por la izquierda frente a una pretendida derecha bicéfala. Rajoy, pese al superpapelón, hace terapia sin autocrítica a la que no se unen ni Feijóo ni Herrera. Y Rivera. Bueno, algunos ya le llaman Macron. Con minúsculas, claro y en la intimidad.