A una persona muy cercana a mí le gusta el vino muy frío. Cuando vamos a un bar y no tienen vino en la cámara frigorífica, pide que se lo sirvan con un cubito de hielo, aunque sea un vino de marca. Yo suelo reprobar con chanza su gusto, bromeo preguntándole si no le da vergüenza estropear un buen vino, e incluso miro al camarero mostrándole un gesto condescendiente, como diciéndole "que se va a hacer, hay gente para todo", después de que éste ponga cara de extrañeza o desaprobación, como pensando "sí, pero echarle hielo a un buen vino es casi un sacrilegio".

Ante mi desaprobación, mi allegado se pone a la defensiva y me pregunta si yo sé distinguir un buen vino de uno malo. Le contesto que no, que sólo sé distinguir un vino que me gusta del que no me gusta. Y ese vino que él va a beber con hielo es de los que más me gustan, por eso se lo reprocho. Luego solemos hacer mención a la cantidad de marcas y nombres de vinos que existen en el mercado, y a esa nueva tendencia de los bebedores a sacar afuera el catador que todos llevamos dentro. Yo no he tenido la suerte de probar vinos de los que guarda un sumiller bajo llave, pero debo reconocer que hay vinos de tres euros la botella que me gustan más que vinos de quince. Quizá sea porque mis papilas gustativas no están hechas para catar vino, a pesar de que es mi bebida favorita.

También debo reconocer que me siento incómodo cuando en un restaurante el camarero me sirve un poco de vino para que lo pruebe a modo de catador y dé mi visto bueno o malo. Yo cojo la copa y me la llevo directamente a la boca para tomar un sorbo y asentir como un autómata.

Podría coger la copa e inclinarla un poco para mirarla al trasluz y comprobar la viscosidad del vino. Después la agitaría ligeramente y la arrimaría a mi nariz para olerlo. Posteriormente bebería con parsimonia, reteniéndolo en el paladar para degustarlo. Luego miraría al camarero asintiendo y le diría: Si señor, un vino muy afrutado y rico en matices, idóneo para esta carta. Me habría engañado y quizá habría engañado al camarero. Pero, y lo bien que queda uno.