TEtn fin, el problema de la vivienda: ¿qué se hace con los sentimientos? Mientras se traicionen, en tanto se conviertan en otra cosa, si son para gente distinta, si se están marchando, si se han ido ya. Porque ni los pasillos ni las paredes maestras, cristales dobles o muebles de caoba pura consiguen retener el intenso río de las pasiones antiguas cuando se vuelven nuevas como los viejos amaneceres de siempre.

Una infinidad de metros cuadrados a un precio desorbitado no garantizan ni doce meses sin tormentos. Los óleos firmados, los búcaros con rosas, el perfume de las verdades o de las mentiras no sujetan las desbocadas sensaciones que, francamente, embellecen cualquier clase de aurora. Este ansia por las emociones no cabe nunca en los empotrados ni las alacenas, no hay azoteas desde no se quiera observar una honda mirada y tampoco los tresillos tapizados todos los años para poder releer poemas mediterráneos, que son los que tienen más mar azul por hectárea, resuelven las crisis. Las crisis son más bien las ganas de huir en vez de resistir. Y, cuando nos quedamos en la vivienda resistiendo en vez de huyendo, aunque, de todo hay, pesan hasta las bombillas. la luz de las bombillas, sobre todo en invierno, iluminan el polvo que envuelve el fantasma de las fantasías.

*Escritora