El presidente del Gobierno, José María Aznar, se quedó ayer solo en el Congreso defendiendo la necesidad de ir a la guerra contra Irak. Los argumentos de Aznar tampoco aportaron novedades que puedan invertir el rechazo mayoritario de los españoles a una intervención militar. El presidente del Gobierno consideró probados hechos que EEUU no ha podido documentar, como los vínculos entre Sadam y Al Qaeda. Y trazó paralelismos injustificados. Diga lo que diga, ni la actitud de la Europa que rechaza una guerra de rapiña equivale a las claudicaciones ante Hitler; ni el apoyo del PSOE a la guerra del Golfo, en respuesta a la invasión iraquí de Kuwait, es una contradicción que pueda desprestigiar a Rodríguez Zapatero, que ayer clarificó su postura al rechazar la guerra incluso si otra resolución la avala.

Aznar ha tardado en cumplir su obligación de explicar al Congreso su decisión de seguir a Bush. Y cuando lo ha hecho, la presidenta del Congreso, Luisa Fernanda Rudi, ha desvirtuado el debate al impedir a la oposición toda contrarréplica. Ayer el presidente criticó a quienes piensan en obtener votos. La debilidad de sus argumentos y el exceso de gestos de prepotencia difícilmente le darán apoyos.