Este diario reclamó ayer en su editorial a los dos principales candidatos a la presidencia del Gobierno que en el segundo cara a cara ante las cámaras de televisión entraran a debatir temas concretos. Al menos uno de los dos aspirantes no nos defraudó. José Luis Rodríguez Zapatero inició su intervención de anoche con el compromiso de hablar de los proyectos para los próximos cuatro años de la legislatura. Y lo cumplió, o al menos lo intentó ante un oponente que se mostraba mucho más interesado en destruir su credibilidad --"usted no se entera", "usted no ha hecho nada", "usted miente", decía el candidato de los populares, Mariano Rajoy, durante el debate-- que en exponer su propio proyecto político.

El candidato socialista desgranó propuestas concretas, cuantificó objetivos de cara a un nuevo mandato presidencial, le puso fecha a las iniciativas que se acometerían, y, en un golpe de efecto en pleno debate televisivo, colocó sobre la mesa un libro blanco que contenía las grandes cifras de la realidad española. Mariano Rajoy, por contra, no fue más allá de anunciar la consabida y anunciada rebaja de los impuestos. Puso, eso sí, en un aprieto a Rodríguez Zapatero cuando se refirió a una multa a un comercio catalán por rotular en castellano. El candidato del Partido Popular cometió, por lo demás, el error clamoroso de dirigirse a su oponente Rodríguez Zapatero dando por hecho que el PSOE iba a seguir gobernando durante otros cuatro años.

En la primera parte del debate ante las cámaras de televisión, Mariano Rajoy parecía haber aprendido la lección de que le convenía dirigirse a los electores indecisos de centro en lugar de cultivar el aplauso fácil de sus hooligans, pero pronto empezó a entrar en barrena y se refugió en los temas que al parecer se han convertido en la especialidad de los populares en esta campaña pero que transmiten la imagen más dura del Partido Popular: la inmigración como un peligro para los derechos y la calidad de vida de los españoles (sobre todo los de los que están en las capas bajas); la claudicación ante el terrorismo de ETA y la negociación política con la banda; el España se rompe y la discriminación del castellano en Cataluña. Los mismos argumentos utilizados durante el debate de hace una semana.

Zapatero le contestó sacando a relucir las mentiras del 11-M y la guerra de Irak, un terreno en el que Mariano Rajoy tiene poco que hacer. El formato del debate, por otra parte, favorecía esta vez a Rodríguez Zapatero. Al contrario que la semana pasada, el candidato socialista intervenía en primer lugar y por tanto podía tomar la iniciativa. Y lo hizo con menos estridencias. Mariano Rajoy sufría, como aspirante, una mayor presión pues debía ganar un combate que a su rival le bastaba con empatar. Y no solo empató, sino que Rodríguez Zapatero ganó con holgura. Dos cadenas de televisión difundieron anoche sendas encuestas de urgencia que daban ganador al candidato del Partido Socialista por 20 puntos de ventaja.