TEtTA ha concedido al gobierno de Zapatero nueve meses de tregua, un periodo brutalmente roto, sin aviso previo, el pasado 30 de diciembre, por mucho que los alucinados terroristas nos digan que a pesar del destrozo y de las muertes producidas en Barajas el alto el fuego sigue vigente. Resulta paradójica la desproporción temporal entre la tregua etarra y el escaso respiro concedido al presidente por alguna formación política y por un puñado de medios de comunicación que, al unísono, le reclaman respuestas y estrategias inmediatas para hacer frente al nuevo escenario abierto en la lucha antiterrorista tras el aborto del proceso de paz.

Hay que recordar que la banda rompió su anterior tregua el 28 de noviembre de 1999 y que se tardó más de un año en elaborar el sacralizado Pacto Antiterrorista, suscrito por el PP y el PSOE el 8 de diciembre de 2000, trece meses después. Entre medias, los españoles fuimos llamados a las urnas y los militantes socialistas a un congreso en el que Zapatero resultó elegido secretario general. Entre medias, ETA volvió a su trabajo criminal y el Estado de Derecho la combatió con sus armas, sin tregua.

Zapatero comparecerá el día 15 en el Congreso, dos semanas después del atentado, pero para quienes tienen prisa en desalojar a Zapatero de la Moncloa porque en el fondo siempre le han considerado un okupa ilegítimo, todo les parece poco y mal. Incluso su intención de alcanzar un nuevo compromiso político que supere cuantitativa y cualitativamente el actual Pacto Antiterrorista, recuperando consensos que se alcanzaron en los otros grandes acuerdos contra ETA, el Pacto de Ajuria Enea y el Pacto de Madrid.

Quizás la reacción del presidente tras el atentado de Barajas pudo haber tenido otros perfiles --no exigidos tampoco en ocasiones anteriores--, y sería conveniente que en su comparecencia del próximo lunes nos explique qué falló para expresar un exacerbado optimismo sobre la marcha del proceso justo la víspera de los asesinatos del día 30. Pero ninguna de esas cosas justifica la virulencia con la que está siendo tratado en los últimos días ni la fabricación de nuevas insidias que toman el relevo a las que durante los meses de la tregua se sembraron y ahora se han demostrado falsas, sin que nadie haya pedido aún disculpas.

Los mismos que se han llenado la boca proclamando que a ETA no se le debe hacer ninguna concesión política, reclaman ahora mociones de censura o elecciones anticipadas. Reconociendo que tanto Rajoy como Zapatero están en su derecho de hacer uso de estas prerrogativas constitucionales si lo creen conveniente, se me antoja que no podría haber mayor concesión a ETA que hacerle creer que con sus bombas, aparte de matar, destruir y extorsionar, puede marcar el calendario político de nuestras instituciones democráticas.

*Periodista