El presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda , soltó una carga de profundidad contra Zapatero . Rectificó a los cinco minutos pero no consta que cambiase de opinión. Simplemente, admitió que no había estado acertado ni oportuno después de que sus asesores se lo hubieran hecho ver. Por tanto, del culebrón del fin de semana nos queda una expresa declaración de lealtad política y afecto personal del presidente castellano-manchego a su máximo jefe político.

Queda también la sensación de que el grito de Barreda era lluvia de otoño sobre un suelo mojado. De haber sido una disonancia aislada la vicepresidenta del Gobierno, Fernández de la Vega , no hubiera utilizado el atril del Consejo de Ministros ni el propio presidente del Gobierno a un periodista de su confianza para salir al paso de las especulaciones sobre el futuro político de Zapatero, que era el fondo de la cuestión latente.

Lo malo es que ni las precisiones de De la Vega ni las del presidente han servido para despejar la duda. Zapatero advierte de que no piensa despejar por ahora la incógnita sobre su candidatura a las próximas elecciones generales. Que lo hará cuando toque y que será una decisión muy personal. No nos saca de dudas pero alimenta el morbo y da pie a todo tipo de especulaciones ¿Y por qué no acaba con eso? Alega que no lo anuncia porque está centrado en pilotar la lucha contra la crisis económica y poner sobre el tapete la cuestión de su futuro político nos distraería a todos de lo que es realmente importante en estos momentos. Tiene sentido si Zapatero ya ha decidido su marcha. Si lo anunciara ahora, efectivamente la atención se centraría en el post-zapaterismo, su figura sería aún más vulnerable, su liderazgo aún más débil y viviríamos en la provisionalidad política durante el tiempo que falta hasta las próximas elecciones generales.

Pero si la decisión fuese que sí se va a presentar a las elecciones, ¿qué problema habría en anunciarlo ya? Ahí Zapatero utiliza un razonamiento un tanto rebuscado y artificial, a mi juicio. Dice que no debe ser candidato y presidente a la vez, pues como presidente tendría que tomar medidas impopulares y como candidato ofrecer horizontes nuevos. Equivale a reconocer que en lo que resta de Legislatura está abocado a tomar medidas impopulares sin poder ofrecer nada nuevo. Lo cual nos vuelve a poner en la pista de que está más cerca del no que del sí en estos momentos. De lo contrario, asumiría con naturalidad la doble condición de presidente y candidato. No sería la primera vez que un presidente del Gobierno ejerce pensando en su reelección. Salvo, insisto, que ya haya tomado la decisión de no presentarse. Sólo en tal caso tiene lógica su silencio.