El Festival Folk superó anoche la prueba de fuego en su nuevo formato, con sendos escenarios en la plaza Mayor y en el recinto de la Torre Lucía.

Uno de los grupos que tocó en la última edición celebrada en la plaza, Mansaborá Folk, en 2006, fue el encargado de recuperar, tras nueve años de ausencia, "ese espacio emblemático en el que tocamos con solo unos meses de trayectoria", explicó Rubén Núñez, uno de sus integrantes.

Su formación repasó "las tres vidas que vive un músico folk", y que dan nombre a su último disco, "las de los que compusieron las piezas que rescatas, la tuya y, con suerte, las de quienes tocarán piezas compuestas por ti", explicó Núñez en las horas previas al concierto. Sobre el escenario se pudo ver a su nueva flautista, y, en ocasiones, a la nueva cantante que "será un cambio futuro en el grupo".

Finalizada la actuación de los extremeños, la acción se trasladó, guiada por tamborileros, al escenario de la Torre Lucía. Parte del público se repartió por las terrazas y locales del centro, una antigua demanda de los hosteleros, mientras que el resto encontró en la Torre Lucía que ya había público esperando para escuchar a la cantante Noa.

Hizo la artista israelí una actuación "íntima", como la definió ella misma, acompañando su voz únicamente por la guitarra y la percusión. Noa mostró su soltura al cantar en cuatro idiomas, inglés, hebreo, yemení y español, y lo hizo acompañada de nuevo por su pareja creativa Gil Dor, quien había estado ausente en sus últimos conciertos debido a una lesión.

"El folk a veces se ve de manera simplista, y en realidad es la manifestación más profunda y bella del espíritu humano", opina Noa, quien repasó obras de su último disco y de otros, en un concierto organizado dentro de una serie para celebrar sus 25 años de trayectoria musical.

Finalmente y de madrugada, cerró el primero de los tres conciertos el grupo La Musgaña, que, tras 30 años sobre el escenario, comenzó este año un proyecto nuevo con la adhesión de otros tres músicos.