Se desató la euforia orejera. Si los toreros hubieran acertado con los aceros en todos los toros, el balance hubiera sido para perder la cuenta. Las hubo de más y de menos, por lo que falló la medida en el palco. Plasencia debe ser plaza agradable, pero no tan extremadamente fácil.

Entrando en materia hay que contar que la corrida de Juan pedro Domecq con los dos hierros de la casa tuvo una desigual presentación, pero en general abundó la bravura, especialmente en las faenas de muleta. y no tanto en el caballo.

El mejor lote fue a parar a manos de Cesar Rincón. El primero se desplazó largo, tuvo recorrido, humilló con clase y con él, Cesar consiguió la cima de su faena en una serie de hasta seis muletazos. Pero en el que se vio al Rincón esperado de la larga distancia, la muleta por delante para después vaciar abajo, fue en el cuarto. Toro que no prometió por su falta de fuerza, pero fue a más, recuperó condición y terminó con un precioso galope. El colombiano le ligó los muletazos en una faena inteligente, por su planteamiento, y soberbia por el resultado. A ésta le faltó una oreja y a la del que abrió plaza le sobró la segunda.

Juan Mora aprovechó las violentas arrancadas del segundo de la tarde, por el pitón derecho. Bajó el tono por el otro lado, pero supo recuperar la intensidad de la faena a raiz de dos naturales larguísimos. Pinchó una labor de premio y sin embargo estuvo certero en el quinto, con el que se acopló de mitad en adelante. Fue entonces cuando el público se metió en la faena.

Jesulín estuvo técnico, solvente y capaz con los dos. Acobardó al tercero después de una labor poderosa y encimista y asentó las plantas para realizar el toreo ligado ante el sexto.