Aunque los foros internacionales, de acuerdo con una ortodoxia librecambista, propugnan un orden económico globalizado como la mejor forma deincentivar el desarrollo económico y el progreso de los pueblos, en los momentos actuales determinadas ideologías están auspiciando políticas comerciales de claro signo proteccionista. Este neoproteccionismo económico obedece a distintas causas. Sin duda la principal es el auge que están alcanzando los brotes nacionalistas y los movimientos populistas, auspiciados por la lábil excusa del retroceso del estado de bienestar.

EEUU sigue siendo el espejo donde se miran casi todas las democracias occidentales. A pesar de ser históricamente un ejemplo de libertad, tolerancia y acogida, la elección de un presidente populista ha despertado un afán proteccionista y nacionalista que, sin duda, va a extenderse por el resto del mundo. Y así, en la misma Europa, ya pululan proclamas proteccionistas que contradicen los principios que inspiraron el nacimiento de la UE.

Esta previsible restricción a la libertad económica nos conducirá a unas relaciones comerciales menos competitivas y más ineficientes, aunque quizás sean peores los efectos sociales. Recordemos que los nacionalismos y las corrientes políticas que impulsaron los movimientos populistas del siglo pasado nos llevaron a los mayores fracasos sociales que puede vivir la humanidad: dos conflictos bélicos mundiales y una posterior guerra fría.

La democracia se apoya en la libertad. Ambos son valores interdependientes y complementarios. Son componentes insustituibles en el funcionamiento de cualquier sistema político que aspire a alcanzar el bienestar de sus ciudadanos. Democracia y libertad favorecen el pluralismo. En el orden internacional, las potencias más democráticas siempre han vivido bajo el prisma del respeto, la tolerancia y la colaboración, en tanto que el proteccionismo, la autarquía económica y los nacionalismos siempre nos han conducido a situaciones de infaustos recuerdos.