Los restos de la antigua ermita de Santo Tomé han quedado como refugio de indigentes. Desde que fue excavado en la última legislatura del PP, con una inversión de más de 120.000 euros con cargo al Plan de Excelencia Turística (PET), lo más que volvió a hacer el siguiente gobierno, el del PSOE, fue limpiarlo, pese al empeño de Lidia Regidor, la que fuera entonces concejala de Cultura, por convertirlo en un museo. Ahora la edila de Patrimonio, Mónica García, se ha propuesto abrirlo a las visitas con paneles informativos sobre la historia del yacimiento.

Pero, mientras tanto, da cobijo a indigentes que, por las noches, hacen fogatas junto a las excavaciones, incluso donde se hallaron esqueletos que fueron llevados a la Universidad de Extremadura para su estudio ante la hipótesis de que fueran anteriores a la fundación de la ciudad. Junto al puente Trujillo, el yacimiento que tanto dio que hablar sigue a la espera de que algún proyecto municipal lo rescate del olvido y solo la lluvia ha animado a sus ocupantes a trasladar a otro lugar una especie de colchón que les daba cobijo.