Es el único parque de esculturas al aire libre con el que cuenta Plasencia. Además, tiene la particularidad de que cualquiera puede adentrarse en este espacio, en cualquier momento, con total libertad y perderse en la contemplación de las doce esculturas que lo componen.

El placentino Antonio Blázquez es el creador de estas esculturas y de esta unión de arte y naturaleza, que acaba de cumplir diez años, porque fue en el 2008 cuando se instalaron las últimas piezas. Las primeras, dos años antes.

El ayuntamiento aprobó su ubicación en un terreno público, entre las calles José Jerique y Sor Valentina Mirón, que, según Blázquez, se encontraba «en estado de completo abandono», con zarzales y ramas» y se utilizaba como zona de reunión para botellones. Hoy, aunque echa en falta una «iluminación más intensa» para una mejor conservación, se ha convertido en un elemento indiscutible de la zona del Berrocal.

En una orografía «especial», salpicada de rocas de diverso tamaño, emergen sus piezas, con las que «no he pretendido alterar con acciones agresivas el aspecto del paisaje», sino «trabajar directamente con la interrelación entre el espacio natural y la obra, jugar con la luz natural y que el espectador relacione espacio natural y esculturas con el simple hecho de moverse entre ellas».

Porque si algo destaca Blázquez es que las obras «redefinen» el lugar en el que se encuentran porque «se ha pasado de un lugar estático (paisaje indiferente) a otro dinámico(paisaje recorrido)». Así, subraya que el conjunto «tiene una clara función social y urbanística. Tanto el artista como el observador no están solo alrededor de la obra, sino en la obra misma».

De ahí que recomiende visitar este espacio porque el espectador sentirá que forma parte de la naturaleza y a la vez de una completa obra de arte. Como dijo Wolf Vostell, «un lugar de encuentro del arte y la vida; del arte y la naturaleza».