Al grito de "¡Peleños, forasteros, sanantorenos... ¡Viva San Antón!", Navalvillar de Pela inició ayer La Encamisá, fiesta de Interés Turístico Regional. Lo pronunciaba ayer a las ocho de la tarde, desde el balcón del ayuntamiento, el mayordomo de la cofradía de San Antón Abad, Juan Carlos Pastor. Mientra, abajo en la calle, 1.260 cofrades a caballo y cerca de 11.000 asistentes respondían "Viva San Antón, Viva San Antonino, Viva el Chiquirrinino" entre un estruendo de cohetes y repique de campanas.

Comenzaba oficialmente La Encamisá que encabezaba el tamborilero, un niño que desde el 6 de enero recorría cada día las mismas calles de la carrera que ayer siguieron jinetes e infantería, batiendo récord de participación, pero también de asistencia, no en vano era viernes. Se inició el desfile de la banda y la infantería, al que se sumó la caballería en un itinerario circular que recorrieron tras la estela del tambor y la bandera.

Una tradición que pasa de generación en generación como indicaba la emocionada peleña Mercedes Horrillo: "se transmite de padres a hijos y nietos y hay que ser de Pela para vivirlo. Es muy emocionante, hay muchos que lloran, sobre todo los que somos de la cofradía, porque trabajamos todo el año para este momento único".

Una ardua tarea que jinetes e infantería realizaron al calor de los 2.400 haces de leña que dieron vida a cientos de hogueras repartidas por el recorrido; y los 4.400 litros de vino y los miles de biñuelos (aceite, harina y miel) que los peleños repartieron entre los presentes.

Si típicos son los biñuelos y el vino, no menos es el atavío de jinete y caballería. Se caracteriza por el gorro elaborado con un pañuelo multicolor acabado en un largo pico y otro al cuello, la camisa blanca con una faja negra o roja, pantalón negro y los zahones de cuero. Y traje de gala también para los caballos, engalanados con una manta artesana con madroños.

Una indumentaria que hunde sus raíces en la lejana noche de un 16 de enero de la Edad Media. Un ejército árabe cercaba las inmediaciones de Navalvillar de Pela con la intención de invadirla. Los peleños se escudaron en la oscuridad de la noche para encender hogueras, recorrieron sus calles a caballo tocando con estruendo tambores y cencerros. Así lograron que el ejército moro huyera, creyendo que se enfrentaban a algo fantasmal, agudizado por las sombras de cabezas puntiagudas que proyectaban las hogueras. Nacía así La Encamisá. Y siglos después, Navalvillar de Pela sigue recordando la peculiar hazaña de sus antepasados.

Para velar por la seguridad, policía local, protección civil y Cruz Roja, que acudió con 70 voluntarios de Don Benito, Villanueva, Madrigalejo y Castuera, que acudieron con sus ambulancias, y Miajadas. Al cierre de esta edición, habían atendido a heridos con luxaciones, golpes y pisadas de caballo y habían trasladado al hospital comarcal a un joven con una rotura abierta en una pierna. El más grave fue un varón que se cayó del caballo sobre las 15.30 horas. Sufrió traumatismo craneoencefálico severo y fue evacuado en helicóptero.