La fiesta se convirtió en tragedia la madrugada de ayer en un club del sur de Chicago, el Epitome, donde al menos 21 personas murieron y otras 50 resultaron heridas después de una estampida humana. El detonante de la tragedia, según los primeros indicios, fue la decisión de los responsables del local de lanzar gases de defensa para tratar de acabar con una pelea entre dos de los más de 1.500 asistentes. Las puertas cerradas y bloqueadas y una única salida en un local de dos plantas acabaron por consumar el desastre.

"Si no eran más que dos chicas discutiendo, ¿por qué tuvieron que lanzar esos gases?", se preguntaba Amishoov Blackwell, que estaba en el guardarropa de la segunda planta cuando empezó la estampida y que quedó atrapado en las escaleras hasta que llegaron los bomberos.

El lanzamiento de esos gases aún no había sido confirmado ayer por las autoridades, pero en un país sumido desde el 7 de febrero en el segundo estado de máxima alerta por la posibilidad de atentados --incluyendo ataques con agentes biológicos o químicos-- eran muchos los que ya lo consideraban como el detonante del caos y el pánico.

LA SEGURIDAD

Lo que las autoridades sí pudieron confirmar es que el local violaba las normas de seguridad. Los relatos de testigos y de los bomberos describen un club con una sola salida y con el resto de las puertas cerradas con cadenas o bloqueadas. Algunas de las víctimas quedaron atrapadas en armarios que creyeron salidas. Muchos de los fallecidos y heridos sufrieron problemas cardiacos y respiratorios causados probablemente por los gases, pero otras personas sufrieron heridas e intoxicaciones tras quedar atrapados en avalanchas humanas.

A causa de diferentes incidentes y violaciones de las normas de seguridad, el Epitome había sido investigado hasta en 80 ocasiones en los dos últimos años por la policía de Chicago, que ayer mantenía cerrada al tráfico la zona que rodea al local. Sin embargo, según explicó el responsable de los bomberos, James Joyce, "las irregularidades no parecían tan graves". En la última inspección, en otoño del 2002, no se registró "ninguna puerta bloqueada".