Jesulín se despidió ayer del toreo en Elvas. Un torero de su categoría merecía más en la hora del adiós: otra fecha y, sobre todo, más calor. Porque la entrada en la cómoda plaza cubierta de Elvas fue más bien parca.

El diestro de Ubrique ha sido, en el plano técnico, un gran torero, pues en él ha lucido como en muy pocos esa virtud esencial que es el temple. El ha sabido llevar a los toros con ejemplar limpieza, siempre por abajo. Así, sus faenas han tenido ligazón. A Jesús, tan dotado para el toreo, hacía éste con gran facilidad, lo que en parte quitaba importancia a su labor en el ruedo, a ese poder a prácticamente todos los toros. Lo que le sobró fueron sus gestos fuera de las plazas. Nosotros nos quedamos con lo mejor de un torero sincero cuando vestía el traje de luces.

Ayer todo iba sobre ruedas. Su último toro se llamaba Barbarroja , un toro de engañosa poca fuerza de salida pero que, como bravo que era, se vino arriba. Y porque en Portugal no se pican los toros, a veces es difícil calibrar el peligro de un animal. El caso es que el astado de Pereda, cuando Jesulín le fue consintiendo, comenzó a humillar. Iba bien pero tenía el defecto de reponer rápido. Y así cogió al torero, en un descuido tras un pase a media altura, ya al final de la faena. El diestro, doliéndose, pasó a la enfermería.

Antes Jesulín cuajó al tercer toro de la tarde, de nombre Cotorrito . Fue ese un trasteo en el que primó la cabeza para comprender que el burel pedía tiempos entre las series. Noble pero blando, Jesulín le llevaba con infinita suavidad, y la faena fue tomando cuerpo para derivar en sentimiento y regusto. Hubo series con ambas manos muy ligadas por abajo, en lo que ha sido la última gran obra de este singular artista. Al que abrió plaza, también noble y blando, le hizo un trasteo largo y limpio pero la poca transmisión del toro impidió que la pulcritud del torero llegara a los tendidos.

Pedrito de Portugal acompañó a Jesulín. Y Pedrito brilló en sus tres faenas con su toreo elegante. Mejor cuando daba sitio a los astados y corría la mano por abajo, muy nobles segundo y cuarto, y bravo con más transmisión el sexto.

Su primero tuvo buen son y para el recuerdo quedó una tanda en redondo a cámara lenta con la diestra. Ante el cuarto inició la faena pudiéndole de forma soberbia por abajo, para a continuación, lograr series también ligadas de muy buena factura, antes de acortar distancias. Y al sexto, que tomaba muy bien la muleta por abajo y tenía recorrido, le hizo también un trasteo primoroso.