No es Benedicto XVI el más hábil de los diplomáticos o el más ferviente partidario del ecumenismo, pero en su bautismo oficial en Oriente Próximo parece dispuesto a manejarse con extrema prudencia verbal y a enfatizar la necesidad de la reconciliación religiosa. En su segunda jornada en Jordania, visitó la segunda mezquita de su mandato, donde alertó contra la manipulación política de la religión, y subió hasta las alturas del bíblico monte Nebo para defender el entendimiento entre judíos y cristianos. A la comunidad internacional le exigió protección para los caldeos iraquís.

En la mezquita Al Hussein Ben Talal, reconoció que existen "contradicciones que empujan a las tensiones y divisiones entre los seguidores de las distintas tradiciones religiosas". Pero estas, dijo, son explotadas con fines políticos. "El verdadero catalizador de estas tensiones, que a veces derivan en violencia, es con frecuencia la manipulación ideológica de la religión, a veces por razones políticas".

Tras esta alusión velada al radicalismo islámico, el Papa tendió la mano. "Creo firmemente que cristianos y musulmanes pueden abrazar la cooperación, particularmente a través de nuestras respectivas aportaciones al estudio académico y al servicio público".

Poco antes, el príncipe Ghazi bin Muhammad, asesor del prooccidental monarca jordano Abdalá II, agradeció al Papa que hubiera aclarado sus palabras del discurso de Ratisbona, donde sugirió que el islam es una religión violenta y brutal.

La actitud del Papa en la mezquita de Ammán fue distinta de la que tuvo en la mezquita Azul de Estambul en el 2006. Ni rezó mirando a La Meca ni se quitó los zapatos.

CONTROVERSIAS Tanto durante su pontificado como en su época de cardenal al frente de la doctrina de la Iglesia, Joseph Ratzinger ha expresado controvertidas posiciones respecto al islam. En su ensayo La sal de esta tierra, criticó la "marcada subordinación de la mujer al hombre" y la escasa separación entre la esfera política y religiosa, asuntos que paradójicamente ha promovido la Iglesia durante siglos. Horas antes de visitar la mezquita, el Papa subió al Monte Nebo, donde según la tradición Moisés oteó la tierra prometida antes de morir. Y lanzó otro mensaje de reconciliación, esta vez a los judíos.