En un ambiente sombrío y gélido, Carlos de Inglaterra y Camilla Parker-Bowles contraerán hoy matrimonio civil en la alcaldía de Windsor. Los viejos amantes no podrán contar con ese gran día que llevaban esperando más de 30 años, ni con las bondades de la meteorología, ni con el calor de los británicos. En torno a 20.000 personas llegarán este mediodía a Windsor, muchas de ellas ligadas a las instituciones benéficas del príncipe, una cifra insignificante comparada con el millón de ciudadanos que festejaron alegremente en las calles de Londres la boda de Carlos y Diana de Gales en 1981.

Alegría esta vez no se respira por ningún lado. La escandalosa historia de los contrayentes, las dificultades legales y religiosas que plantea la unión y los repetidos fiascos en los preparativos convierten el enlace en una de las bodas reales más impopulares que se recuerdan. El príncipe de Gales y Camilla se reunirán esta mañana en el castillo de Windsor y desde allí recorrerán juntos en automóvil los pocos metros que separan la fortaleza real de la casa consistorial.

La ceremonia, oficiada por la funcionaria y madre de familia, Clair Williams, empezará a las 13.30 horas (hora española), en la más estricta intimidad. Sólo los hijos, hermanos y parientes más cercanos de los contrayentes, estarán presentes en el momento del sí. La ausencia de la reina y el duque de Edimburgo ha sido interpretada como una muestra del malestar que siente Isabel II hacia una unión a la que siempre se opuso. La soberana sí asistirá a la bendición de los recién casados, en la capilla de San Jorge. El momento con más morbo del oficio religioso será cuando Carlos y Camilla se arrepientan de sus "pecados y maldades" y pidan "perdón de todo corazón".