Ni la prensa ni las televisiones tendrán acceso a la boda del príncipe Carlos (a la derecha) y Camilla Parker-Bowles el 8 de abril. La ceremonia, que más que privada parece clandestina, tendrá lugar en la Sala Ascot de la alcaldía de Windsor, con capacidad para que puedan sentarse sólo 30 invitados. "Será una ocasión personal", señaló ayer un portavoz. El heredero ha pagado por el alquiler de la decrépita habitación (foto de la izquierda) 400 euros, a los que hay que añadir algo más de 600 por la licencia matrimonial.

La Ascot sólo tiene de elegante el nombre. La sala no ha sido pintada y decorada desde hace tiempo, y la moqueta marrón del suelo está llena de lamparones. La pared la adornan los contadores eléctricos, junto a un cartel que dice "ayude a conservar la energía. Por favor, apague la luz". Un candelabro sobre la mesa es el único toque romántico, pero el que quiera flores deberá llevarlas. El cuarto, al que se accede subiendo 30 escalones de hormigón, lo utiliza una compañía teatral de aficionados para sus ensayos.

El edificio, situado en la calle principal del pueblo a pocos metros de la estación, está rodeado de comercios y pubs. Tanto los novios como sus invitados podrían optar por llegar al registro en automóvil, lo que hará muy difícil ver siquiera a los futuros contrayentes.

Los organizadores de la boda aún no saben si se difundirán imágenes de la posterior bendición de la pareja en la capilla de Saint George, en el Castillo de Windsor, donde estarán presentes 700 personas, entre ellas la reina Isabel II. El arzobispo de Canterbury, que hace grandes equilibrios para que la bendición no provoque iras en ciertos sectores del clero, no ve con buenos ojos una filmación que podría llevar a comparaciones con la boda de Diana, en 1981, en la catedral de San Pablo.

INDIFERENCIA EN WINDSOR Lejos del fervor que despertó aquel enlace, el de hoy deja indiferentes a la mayoría de británicos. En las calles de Windsor, repletas de tiendas con souvenirs de la familia real, pueden encontrarse decenas de objetos dedicados a Diana. Pero, a estas alturas, los recuerdos con la esfinge de Carlos y Camilla brillan por su ausencia. Ni siquiera la preciosa capilla de Saint George está lista para el festejo. Los muros, dentro y fuera de la iglesia, están parcialmente cubiertos por andamios, con cuadrillas de albañiles trabajando a contrarreloj. Los trabajos deberían estar concluidos en Semana Santa, pero las obras van muy retrasadas.