TLtos padres de Madeleine no pierden comba. El hecho de que estén sopesando la posibilidad de rodar una película sobre la desaparición de su hija ha enfurecido a la opinión pública, que se siente estafada. Pero los McCann no desfallecen por estas nimiedades. Ladran, luego rentabilizamos parece ser su filosofía.

A estas alturas resulta paradójico que Ben Affleck retrasara hace unos meses la proyección de Adiós, pequeña, adiós en base a que su película compartía, fruto de la casualidad --empezó a ser rodada antes de los hechos, en 2005--, ciertas similitudes con el caso Madeleine. Supongo que la productora tuvo miedo de herir sensibilidades, pero si era la de los McCann la que le asustaba lastimar no deberían haberse preocupado demasiado: hasta la fecha estos no han sabido exteriorizar otra sensibilidad que no sea la de recaudar dinero.

Puestos a llevar este drama al cine, habría que guiar al espectador por una trama turbia en la que los McCann arrancan como padres afligidos y acaban siendo, conforme avanza la investigación policial, los principales sospechosos de la muerte de la pequeña. Tampoco esto quiere decir gran cosa (he leído hasta diez teorías sobre los hechos), y es posible que sean inocentes de asesinato, pero en cualquier caso son culpables de orquestar un circo mediático con fines económicos del que ahora no quieren apearse.

Ellos se excusan alegando que el dinero recaudado con la película serviría para seguir buscando a la niña, pero a estas alturas muchos empezamos a pensar que esos fondos no se destinarían a pagar las facturas de un detective privado sino las de un buen bufete de abogados.