Un tenaz policía canadiense fue la pieza clave para destapar la red de pederastia que ha horrorizado al mundo tras ser desarticulada en España. El detective de Toronto logró hacerse pasar por consumidor de pornografía infantil y encontrar las suficientes pistas para detener a los implicados en la violación de niños de entre 12 meses y tres años, en la producción de pornografía y en su distribución a través de internet.

La Unidad de Crímenes Sexuales que dirige el detective Paul Gillespie es una de las mejores del mundo en la persecución de la pornografía infantil a través de internet. Gillespie es el cerebro que trabaja a la sombra del programa creado por Microsoft de Canadá para atrapar a individuos que distribuyen pornografía en la red.

El pasado febrero, uno de los agentes de Gillespie logró contactar gracias a internet con un hombre que ofrecía pornografía infantil. El policía fingió ser un comprador y consiguió que el pederasta le mandase como muestra varias fotos de un niño de menos de dos años.

Violación brutal

"No eran imágenes pornográficas, pero la pose insinuante y las promesas de fotos más explícitas nos convencieron de que ese niño era una víctima de explotación sexual", explicó el detective Warren Bulmer, del equipo de Gillespie. En una foto, Bulmer encontró su primera pista. Tras procesar informáticamente la imagen, Bulmer identificó la ñ en un ordenador en la imagen.

Tras contactar con el fabricante del teclado --un modelo inalámbrico--, la policía canadiense supo que sólo se vendía en España. Toronto transmitió la información que había recopilado hasta entonces a la Interpol, la policía internacional, que inició su investigación.

La constatación

Los temores de Bulmer se confirmaron poco después, cuando la unidad encontró en internet imágenes en las que el mismo menor era violado, "de forma extremadamente brutal y horrorosa", añade el agente. Las imágenes contenían una nueva pista sobre los autores de la violación, un billete de tren que la víctima sostenía en sus manos, con origen en la estación madrileña de Atocha.

La prueba más "crucial", como la define Bulmer, sería un vídeo de 11 minutos de duración que la policía de Toronto pudo interceptar en internet y reproducía la meticulosa violación. "Obtuvimos el vídeo en una operación encubierta. En cuanto vi las imágenes, reconocí al niño", añadió Bulmer. En 24 horas, la grabación estaba en manos de la policía española. Comenzaba a cerrase el círculo, que acabó con los dos cabecillas, un joven de Lleida y otro de Murcia, en prisión. De hecho, la Policía Nacional ha detenido a 25 personas en diferentes operaciones contra la pornografía infantil en España en lo que va de año.