TCtonsejo para hipocondríacos: no hacerse revisiones médicas en otoño. Las analíticas son para el verano. Entonces, todo funciona, pero en otoño se disparan las dioptrías y el ácido úrico, se encabritan las cervicales, se cierne la depresión como la negra sombra... Y si no hay más remedio que visitar al médico, otro consejo: hágalo una mañana soleada de mercadillo. El martes en Plasencia, el miércoles en Cáceres o el jueves en Arroyo de la Luz, los centros sanitarios están vacíos y los médicos de cabecera escuchan las penas con más paciencia. En cuanto a las recetas, ya se sabe, beber mucha agua, andar sin parar y si el alma se marchita, a pasear al centro comercial a la hora del parto, la agonía y la náusea, o sea, entre el crepúsculo y la cena.

En los centros comerciales no se puede ni pensar, ni rumiar melancolías, ni amasar penas. En los centros comerciales todo se reduce a sobrevivir entre el gentío arrollador, los carritos desbocados y las conversaciones banales. Hay que tener reflejos para esquivar sin descanso e improvisar a cada paso charlas de 30 segundos y así es imposible deprimirse. La última receta contra el abatimiento es darse una vuelta por los pasillos lácteos, donde la leche President enriquecida con magnesio "ayuda a conseguir el equilibrio físico y mental de una manera natural" y los yogures te prometen un mundo perfecto y neoclásico, una especie de paraíso grecorromano donde prima lo activus, bacterianus, lactis, sanus, acidophilus, inmunitas. La verdad, el que no es feliz es porque no quiere... Y piensa demasiado.