Las casas de los países cálidos se pintan de blanco para mantener una temperatura confortable. Por el mismo motivo, las ropas tienden a ser de colores claros.

Estas propiedades protectoras contra el calor, conocidas por la sabiduría popular y confirmadas por la ciencia moderna, están basadas en el efecto albedo, que es la capacidad que tiene cualquier superficie para reflejar hacia el exterior la radiación solar que recibe: cuanto más clara es, más albedo tiene y menos calor retiene. Esto no es nada nuevo, por supuesto, pero sí lo es que se hayan apropiado de la idea los gurús del cambio climático en su búsqueda desesperada de soluciones. El último ha sido Steven Chu, premio Nobel de Física de 1997 y actual secretario de Energía de EEUU, quien no tiene reparos en proponer que los tejados de las 100 mayores ciudades del mundo deberían pintarse de blanco para contribuir a frenar el calentamiento planetario.

Según Chu, que se basa en datos de la Universidad de California en Berkeley, la medida sería equivalente a aparcar durante 11 años seguidos todos los coches actualmente en circulación. Quizá no sea descabellado. De hecho, algunos estudios críticos sugieren que una causa esencial del calentamiento ha sido el cambio en los usos del suelo durante el pasado siglo, sobre todo la transformación de estepas y desiertos (color claro) en regadíos (color oscuro).

El problema es que solo sería una medida paliativa. "Pintar de blanco las ciudades tendría un efecto limitado en el tiempo --dice Pablo Campra, investigador de la Universidad de Almería--. ¿Pasados los 11 años calculados, deberíamos volver a pintar una superficie similar?"

En una conferencia pronunciada en Londres, Chu explicó que el ahorro sería doble: por una parte, las viviendas blancas no solo reflejarían más luz solar, sino que lógicamente reducirían las necesidades interiores de aire acondicionado. "Si las casas son más frescas, podemos ahorrar entre un 10% y un 15% de energía. El premio Nobel asume que podría haber alguna oposición a pintar de blanco los tejados inclinados, tan frecuentes en las casas unifamiliares de EEUU, pero que los problemas serían mínimos para las azoteas planas de las urbes. También se conseguiría efectos similares empleando asfaltos u hormigones más claros en carreteras y aceras.

POR AHORA, NADA FIRME El secretario de Energía, sin embargo, recordó que su Gobierno no tiene por ahora ningún plan a gran escala para intentar modificar el albedo nacional. Quienes sí hacen algo son los estados de Georgia y Florida, que dan incentivos a los dueños que instalan las azoteas de color claro, y California, que obliga a que sean blancas las azoteas planas, sobre todo comerciales e industriales.

Está por ver el futuro del cool roof (tejado frío), pero es mucho más factible que otras medidas de bioingeniería basadas en el mismo proceso: por ejemplo, obstruir la radiación solar mediante la instalación de una sombrilla espacial gigante. Sin duda, muy peregrinas.