Estefanía de Mónaco se ha ganado el calificativo de oveja negra a pulso, aunque esa variedad no es ninguna rareza en el rebaño de Mónaco. La semana pasada la revista Paris Match publicó que Rainiero había echado de casa (palacio, en este caso) a su hija menor. El incidente fue desmentido por los portavoces de la corte monegasca aunque no era falso del todo. Lo cierto es que Estefanía salió de la residencia familiar a media noche, con sus tres retoños a cuestas, tras un enfrentamiento con su hermana Carolina, quien, como ella, había acudido a la llamada de su padre, Rainiero, que pretendía que sus dos hijas tuvieran a bien fomentar la relación entre sus hijos.

El padre ya había renunciado a que Estefanía y Carolina llevaran vida de hermanas, pero el abuelo deseaba que sus nietos se relacionaran más, sobre todo las pequeñas Paulina Goettieb y Alexandra Hannóver, prácticamente de la misma edad. ¡Hasta ahí podíamos llegar!, fue la respuesta de Carolina, quien siempre ha pasado por la guapa, la elegante y la buena y es, a juzgar por la cara que se le está poniendo, una soberbia de mucho cuidado. ¿Cómo su hija, toda una alteza real de la estirpe Hannóver, podía relacionarse con la hija de un profesor de esquí que, para más inri, ni estuvo casado con Estefanía?

La velada, en la que el príncipe Alberto, como siempre, actuó como invitado de piedra, acabó con Estefanía dando un portazo físico y simbólico a su hermana Carolina, que siempre se ha creído superior a ella sólo porque sabe guardar las formas. Al trascender el incidente, Rainiero no tuvo más remedio que dar la cara por la menor de sus hijas: como siempre.