TMte parece maravilloso que la derecha española salga a la calle a pedir firmas: durante mucho tiempo se pudo ver el desdén con el que los conservadores te obsequiaban cada vez que pedías una rúbrica para cerrar una nuclear o solicitar la retirada de las tropas enviadas a una guerra injusta. En muchas ciudades los colectivos sociales tenían que luchar contra las ordenanzas municipales que ponían trabas administrativas al ejercicio del activismo político y social. Lo mejor de esta nueva estrategia es que ya nunca nos echarán nada en cara cuando salgamos a pedir firmas contra lapidaciones o especulaciones urbanísticas.

Pero hay algo que sí que es grave y que se debe, una vez más, a la miopía política del que sólo piensa en rentas electorales rápidas sin pararse a ver el horizonte del futuro. Hoy sería fácil recoger diez millones de firmas de anticatalanismo barato pero no sé con qué intención: quienes crean que la unidad de la patria es algo sobrenatural deberían tener en cuenta que la polarización de posturas no hace sino empujar hacia el independentismo a quienes tal vez estén abogando por una simple profundización autonómica. Hay quien está jugando a estirar la cuerda para ver si el latigazo de la fractura le da en la cara a los que están en el medio, sin reparar que esa estratagema es, paradójicamente, la mayor aportación al secesionismo. Plasmar en los porcentajes de un referendo que el 90% de los catalanes se oponen a lo que propugna la mayoría del resto de España sería la situación más propicia para quienes abogan por la ruptura. ¿Se darán cuenta en la calle Génova o seguirán pidiendo firmas? http://javierfigueiredo.blogspot.com/