Ayer hubo sol en Las Ventas, pero moscas... ni una. El frío fue aterrador y fue una tarde de esas inhóspitas de Madrid. Lo fue en los tendidos y lo fue en el ruedo, no porque los toreros no quisieran, sino porque deberían tener sin sensibilidad las manos que mueven los engaños.

La de El Puerto de San Lorenzo fue un corridón de fachada. Toros todos con cuajo, cornalones en exceso, con esas cabezas que no caben en la muleta. Uno piensa que usan sus defensas para tirar cornadas de forma descompuesta, no para empujar o desplazarse.

Cogida de Aparicio

La tarde comenzó con la cogida de Julio Aparicio ante el muy rajado que abrió plaza. Estuvo decoroso ante él e incluso le dio alguna tanda corta en redondo junto a las tablas. Pero le cogió de mala manera cuando entró a matar por segunda vez. La cornada se supo que era importante y le impidió continuar la lidia.

Por ello mató tres toros Morante de la Puebla. Tres toros a contraestilo para un torero que derrocha arte pero que acompaña más que manda. Su primero fue muy deslucido, sin recorrido y descompuesto en el último tercio. Lo tanteó y poco más pudo hacer.

A su segundo le hizo un quite un punto desigual a la verónica, dos mecidas, otra en la que el astado perdió las manos, con el remate de una bella media verónica. Mas pronto se vio que el burel tampoco se desplazaba. Quiso Morante y lo intentó en terreno de chiqueros, pero sin lucimiento. El sexto fue un calco en cuanto a su condición. Fue un espejismo el inicio de faena, por abajo con sabor, para seguir con la trinchera y el molinete abelmontado. Morante no lo vio claro porque pronto desistió.

Miguel Angel Perera estuvo rotundamente bien con su primero, un toro al que le costaba desplazarse por abajo, pues blandeaba. Pero le consintió el torero, que le esperaba con la muleta adelantada, para seguir toreando en redondo con la pureza de dejar la tela puesta, sin toques. Así le cuajó algunas tandas con la verdad de la quietud, mas con la desigualdad que imponía un toro no sobrado de fuerzas. Valiente Perera, tal vez hubiera cortado un trofeo si hubiera acertado a la primera con la espada.

El quinto fue el toro bueno de la corrida, sin acabar de rematar. Se venía de largo pero reponía muy pronto. Con él se vivió lo más destado de la tarde, en el quite reglamentario de Morante a la verónica, bello y muy aplaudido, y la respuesta del diestro extremeño, en gaoneras muy ajustadas, en las que el astado apuntó esa cortedad de recorrido.

Fue ciertamente ese un toro potable, con el que Perera no acertó en las distancias. Pedía más sitio el de El Puerto, tal vez quince metros. Así, con su inercia, habría dado más facilidades, sin necesidad de reponer en el segundo muletazo de cada serie. El caso es que Perera se vio sorprendido en más de una ocasión, y eso fue lo que impidió un mayor lucimiento. Otra vez será, porque al diestro de Puebla del Prior le esperan muy serios compromisos.