TEtl plural mayestático, que ya en Roma usaban las majestades que le dieron nombre, se usa en días como hoy por todo el mundo y no tanto como recurso retórico sino como prueba de cobardía. Nos apuntamos al carro de los vencedores y asumimos los triunfos como si fueran propios, mientras que corren por internet esquemas muy graciosos en los que se explica cómo escabullirse, culpar a los demás de cualquier despropósito y hacer gala de insolidaridad en los momentos difíciles. No hay término medio: pasamos del cielo al infierno sin limbos ni purgatorios. La exageración para celebrar victorias y la crueldad para encontrar chivos expiatorios dan qué pensar sobre la condición humana y animan a que, si existiera la reencarnación, se pudiera optar por recalar en seres más solidarios como abejas o castores. Esta vez nos ha durado hasta el último día la dosis de anestesia futbolera: hoy despertamos y da igual que anoche perdieran esos inútiles o ganáramos los de esta estirpe rojigualda elegida por los dioses, porque no aprendemos y estamos muy lejos de llegar a días como hoy conjugando nosotros perdimos y ganaron los nuestros. Tras la resaca futbolística europea se nos echa encima la cruda realidad, pero no nos asustemos: siendo de aquí podremos librarnos de ser detenidos durante un año y medio sin recibir explicaciones. No sé si anoche ganamos o perdieron, aunque en el viejo continente, de un tiempo a esta parte, siempre pierden los mismos. Así que canonicen rápidamente a sus héroes, defenestren a los culpables y hagan de la vieja Europa un lugar digno para quienes creemos en la libertad de los seres humanos.