"Los hijos de Víctor, vayan donde vayan, siempre ganan". Así reza, traducido del árabe, la canción que le cantan a menudo a un personaje especial del mapa deportivo extremeño. Cuando lo escucha, a Víctor Luengo, 48 años de humanidad y de generosidad, reconoce que "se me cae la baba". El es el alma máter del Club Atletismo Navalmoral-Almaraz, pero es también mucho más: diariamente, protagoniza --siempre en la sombra-- una ingente labor de integración en la zona del Campo Arañuelo con los deportistas inmigrantes.

Nacido en Talavera de la Reina, trabaja como instrumentalista en la Central Nuclear de Almaraz desde el año 1977. Su "alucinante" historia se inicia, desgraciadamente, en el 87, cuando la nefasta N-V le hizo perder a un hermano en un accidente de tráfico. Entonces decidió vivir en Navalmoral y no estar pendiente de la carretera.

El año siguiente, su amigo Ruperto Martín le reclutó para la causa del fútbol. Unos pocos meses en la Escuela Morala y su experiencia como canguro de sus sobrinos le hicieron comprender que lo suyo era trabajar con los jóvenes y el deporte.

Se fundó la Escuela Morala de atletismo y él estuvo ahí. "Desde entonces hasta ahora", subraya, con gente como César Andrade. Desde entonces y hasta ahora, el milagro Víctor Luengo con los inmigrantes ha traspasado cualquier frontera del bien común y de la entrega hacia el prójimo. "Para mí son los ´marroquinos´, pese a que me digan que en el diccionario es correcto decir otra palabra que no quiero pronunciar, pero que a mí no me suena bien". Luengo ha ido rodeándose de su particular familia, antes de cualquier otra consideración, con gente "muy entrañable, con una gran sensibilidad".

Ha llegado a compatibilizar un grupo scout con el club moralo. Pero el equilibrio no ha sido únicamente filosófico: todo es trabajo de campo, y nunca mejor dicho, en el Arañuelo.

El primero se llamó Abdelcade, que vivía en Talayuela. Fue en el año 96. "Venía a dedo y yo le llevaba a casa. Tenía 15 años. Entrenábamos en el parque de Navalmoral. Se casó, ahora vive en Barcelona y me llama cada cierto tiempo".

El número ha ido creciendo. No sólo tiene a marroquinos . También a ecuatorianos y a un ucraniano. Los hay en Rosalejo, en Talayuela, en Navalmoral... e incluso tiene atletas de Miajadas.

"Los lunes voy al baldío de Talayuela a las cuatro y cuarto y me los llevo a entrenar al parque municipal; a las seis recojo a otros y vamos a la pista; después, lo mismo en Navalmoral; a veces hago tres viajes", relata. Los martes también tiene su propio plan; después, los miércoles, los jueves, los viernes... todo organizado. "Tengo más ´marroquinos´ que españoles", se jacta en informar. Con ellos no habla de religión, "sólo de valores", aclara. Por si alguien no lo ha captado todavía.