Terenci Moix, el escritor que nunca morirá del todo, los tenía perfectamente clasificados. En las insuperables biografías de sus santos cinematográficos favoritos, explicó con todo detalle cómo las estrellas que no se ajustaban a los cánones de la heterosexualidad y moralidad imperantes debían vivir una doble vida impuesta por los estudios de Hollywood.

De aquellas vidas ocultas de personalidades como Cary Grant, James Dean, Marlene Dietrich, Greta Garbo, Rock Hudson y vaya usted a saber quiénes y cuántos más, se ha sabido cuando, con buena o mala intención y con los interfectos ya bajo la tierra, se han desvelado sus íntimos secretos. Tampoco es que se haya avanzado mucho en los últimos decenios, ya que los armarios de Hollywood, como los de cualquier colectivo, están llenos. Sólo los activistas que quieren vivir en libertad y los provocadores que buscan publicidad se atreven a dar el paso.

Ahora, Lisa Marie Presley, de 35 años, heredera del rey del rock, se ha declarado lesbiana. Su confesión tiene que ver con la búsqueda de una explicación para la ruptura de sus cuatro matrimonios, uno de ellos con Michael Jackson --que ya son ganas-- y el último, de sólo un mes de duración, con el actor Nicholas Cage. Que no le gusten los hombres no significa necesariamente que le gusten las mujeres. A lo mejor es que todo tiene que ver con el lanzamiento de su disco, A quien corresponda, que contiene canciones sarcásticas sobre las prestaciones de los hombres. Ella ha negado que se refiera a alguno de sus maridos, pero, de momento, ha logrado llamar la atención. Quizá su confesión de lesbianismo también es una ironía.