La lluvia, inmisericorde a medida que avanzaba la corrida, y el cada vez peor estado del ruedo, deslució un festejo de muchos contrastes en lo artístico, triunfalista, que no triunfal en cuanto a la salida a hombros de Juan José Padilla, pues paseó tres orejas tras dar cuenta de tres toros por cogida de Luis David pero en la que lo verdaderamente importante corrió a cargo de José Garrido, que cortó una oreja del quinto, premio en el que igualó con él mexicano Luis David, que solo mató al tercero de la tarde.

Lo de José Garrido sucedió ante el segundo de la tarde, un animal encastado, con mucho que torear, al que no había que dudar, ante el que la colocación era determinante y al que había que llevar muy tapado, embebido en el engaño, sin dejarle pensar. Faena ligada la suya, de mucha solvencia porque tapó los defectos del de Él Tajo, con empaque en los muletazos, de las que dejan regusto porque, en el toreo, lo artístico es importante, pero a partir de la lidia, que no es sino el dominio del toro. Una pena el mal uso del descabello.

Al quinto, un buen toro, fino y con clase, también le hizo un trasteo ligado en el que se vio una cabeza despejada y temple en el manejo de la muleta.

Juan José Padilla salió a hombros por el favor de un público muy generoso, que premió en exceso tres faenas voluntariosas, primero ante un toro a menos y después ante dos astados muy nobles pero de pocas fuerzas. Faenas en las que abundaron los pases pero en las que el lucimiento resultó muy discutible, premiadas con la oreja del cuarto y las dos del sexto.

Acapachado el primero del lote de Luis David, no humillaba pero mejoró tras el caballo. Toro berreón, que tuvo buenas embestidas antes de comenzar a quedarse corto. Faena con altibajos en lo artístico de torero fácil, de muchos muletazos y deseos de agradar. Cogido al entrar a matar, paseó una oreja y pasó a la enfermería para no volver.