Fue la vieja costumbre, aún sin erradicar, de cruzar las vías del tren la que se llevó por delante a 13 jóvenes en plena verbena de San Juan. Del jolgorio a la tragedia en unos pocos segundos. Pero en el apeadero pequeño y estrecho de Platja de Castelldefels (Barcelona), abarrotado de gente, de cientos de personas ansiosas de pasar la noche en la cercana playa, tampoco hubo nadie que se lo impidiera ni se lo desaconsejara. En aquel instante, a las 23.23 horas, hacía una hora y media que el último trabajador de Renfe se había ido de la estación. Pocos minutos más tarde, a las 23.30 horas, tenían que llegar los 12 vigilantes que debían velar por la seguridad en la movida madrugada.

Impacientes, inconscientes y también confusas en un escenario cambiado por las obras de reforma, decenas de personas desafiaron a la muerte. A 13 de ellas, el fin se les vino encima a 139 kilómetros por hora, en forma de un tren Alaris que, para muchos, apareció de la nada, de la total oscuridad. Otras 14 personas sufrieron heridas, tres de ellas de gravedad.

LAGRIMAS Y PREGUNTAS En una noche interminable, seguida de un amanecer triste y doloroso, las lágrimas de los familiares, los lamentos de los testigos y el horror de los supervivientes se fundieron con las preguntas que siempre surgen tras una tragedia de tal calibre. ¿Cómo pudo pasar? ¿Qué falló? ¿Se pudo haber evitado? Preguntas lógicas que también se formuló, de manera significativa, el secretario de Estado de Infraestructuras, Víctor Morlán, tras destacar la reforma del apeadero hace solo ocho meses. "Siempre te preguntas si se podría haber hecho algo más", dijo. Con el paso de las horas, una respuesta cogió fuerza: podría haber habido vigilantes.

Por supuesto que la decisión de cruzar las vías fue de los propios pasajeros. Obviaron la única salida válida desde el andén del lado mar del apeadero, el nuevo paso subterráneo. El presidente catalán, José Montilla, y el ministro de Fomento, José Blanco, apuntaron a un "gesto de imprudencia" como principal causa del accidente, que afectó casi exclusivamente a jóvenes de origen latinoamericano; entre las víctimas mortales hay colombianos, bolivianos, ecuatorianos y dominicanos.

Diversos viajeros que sobrevivieron al paso del tren adujeron varias razones que podrían haberles llevado a cometer la imprudencia. Casi todos los testigos coincidieron en destacar la confusión que se originó al ver que la antigua pasarela, el camino de salida durante décadas, estaba vallada. Muchos pasajeros que no eran usuarios habituales del apeadero desconocían el nuevo túnel, en el otro extremo del andén, y optaron por cruzar las vías. Otros que sí tenían constancia quisieron aun así ahorrarse la aglomeración que se formó en el paso subterráneo.

"UNA RATONERA" Pese a la evidente mejora de la estación, la concejala de ERC en el Ayuntamiento de Castelldefels, Angels Coté, ya avisó en noviembre, poco después de concluir las obras, de que el apeadero podría convertirse en "una ratonera" en días y noches de gran afluencia, "como en la verbena de San Juan". Adif, el gestor de la infraestructura viaria, contestó ayer garantizando "la seguridad y la suficiente capacidad" del paso. Sin embargo, el cónsul de Ecuador en Barcelona, Freddy Arellana, criticó la falta de previsión ante unas aglomeraciones tan grandes y criticó a la Generalitat de Cataluña por achacar la tragedia a la imprudencia.