TNto había caído en ese detalle, gran detalle por cierto. Fue a finales de junio cuando leí que el gobierno de Cataluña había aprobado una ley para que los maltratadores, ya con condena firme, no pudieran heredar de sus víctimas. Nunca había pensado en ello y, al conocer la iniciativa, me pareció increíble que hasta ese momento ningún gobierno, ni central ni autonómico, tampoco lo hubiera hecho. Cataluña tomaba la delantera. Ahora, en agosto, he oído a un miembro del gobierno central incluir este asunto entre las nuevas acciones para luchar contra la violencia hacia las mujeres. Hay veces que damos vueltas a las cosas sin darnos cuenta de que hay una ventana cuyas posibilidades aún no hemos explorado. Si las medidas hasta ahora puestas en marcha no parecen frenar las acciones criminales de los maltratadores, puede ser que en esto de la herencia, explotando la avaricia humana, esté la solución o parte de ella. Es posible que el afán de poseer bienes o dinero detenga la mano de quienes pegan, abusan y matan. Es posible, no lo sé, pero merece la pena intentarlo. Alguno puede dar un paso atrás, alguno puede contenerse, pensando en el legado, cuando llegue a casa borracho, o enfadado, o frustrado, o lo que sea, y decida desahogar su miseria interior agrediendo a su compañera, o a su padre o a su hijo, porque, la ley catalana no solo ampara a las mujeres, sino a todos los miembros de una familia que sean víctimas de violencia.

Algún maltratador puede frenar la mano ante los bienes que puede perder y, si tampoco esto funciona, al menos habremos hecho justicia con la víctima. Nada de los agredidos para el agresor. Nada. A esto le llaman los catalanes "indignidad sucesoria".