China está disfrutando de un baby boom de pandas gracias a la inseminación artificial. Este año han nacido 30, de los que han sobrevivido 27, un récord desde que China recurrió a está técnica en 1963 para salvar a su emblema. La evolución certifica los adelantos científicos del país: nacieron 10 en el 2202, 15 en el 2003, 12 en el 2004 y 21 el año pasado. Todas las crías vinieron al mundo en zoológicos de las provincias de Sichuán y Chengdu a excepción de una que, asistida por médicos chinos, lo hizo en Atlanta (EEUU). Once alumbramientos fueron dobles.

Los pandas gigantes o Ailuropoda melanoleuca, que llegan a medir 1,80 metros de altura y pesar 135 kilos, son fósiles vivientes: auténticos carnívoros reconvertidos en herbívoros.

LIBERTAD Aunque en la antigüedad poblaron las bosques asiáticos desde Vietnam a Myanmar y el norte de China, ahora solo habitan en las provincias centrales de Sichuán, Gansu y Shaanxi, en ocasiones en territorios situados hasta 3.500 metros de altitud. Unos 1.590 animales viven en libertad y otros 180 en cautividad.

La inseminación artificial es la única vía para su supervivencia dados sus problemas para la reproducción natural.

La apatía sexual les caracteriza casi tanto como su pelaje blanco y negro. Su época de celo apenas dura unos días al año y los esfuerzos artificiales por estimularles, incluso con películas pornográficas y viagra, han dado poco resultado en los zoos.

Para saber más del comportamiento sexual de los pandas salvajes, a varios se les incorporó el año pasado un sistema de GPS con el que pueden ser controlados desde el espacio mediante satélite. El programa cuesta unos 600.000 euros.

REPRODUCCION A su desidia sexual se suman sus serios problemas reproductivos, que incapacitan al 78% de las hembras para quedarse preñadas y hacen estéril al 90% de los machos.

Las hembras tienen una cría en el 57% de los casos y dos en el 43%, pero además solo pueden proteger a una y es habitual que sacrifiquen a la otra. Las crías pesan apenas 100 gramos (mil veces menos que un adulto) y no pueden moverse hasta pasados cinco meses, lo que hace muy difícil su supervivencia en estado salvaje. Un adulto dedica unas 12 horas diarias a ingerir los 14 kilos de comida, normalmente bambú. Su cuerpo digiere la quinta parte. Por ello estuvieron al borde de desaparecer a mediados del siglo pasado, cuando los bosques de bambú se redujeron drásticamente.