Su perfil no encaja con el clásico pitagorín : baila breakdance y acude a distintos campeonatos del país, le encanta el soul, el jazz y el funky, dedica el fin de semana a viajar y a salir con sus amigos, no se considera un estudiante empedernido, viste ropa muy sport, es simpático y extrovertido, y aún no tiene claro qué carrera universitaria empezará el próximo octubre. Pero David Gordo, de 18 años, alumno de 2º de Bachillerato del instituto Hernández Pacheco, acaba de ganar una de las diez medallas de oro de la Olimpiada Química nacional, donde el nivel supera con mucho los conocimientos de las aulas. "No conozco de memoria la tabla periódica de los elementos químicos --confiesa--. Yo trato de racionalizar los problemas, de leer aquí y allá para tener algún conocimiento extra, pero no me paso toda la vida en los libros", explicó ayer a este diario.

Un caso claro de cerebro privilegiado, teniendo además en cuenta que su nota media de Bachillerato supera el 9, y que hace unos meses también quedó cuarto en la Olimpiada Matemática Extremeña sin ni siquiera preparársela. "Es uno de los alumnos más inteligentes y tiene un carácter abierto, expansivo, una combinación muy difícil. Si encima fuese más disciplinado...", comentó a modo de regañina el director del instituto, Felipe Fernández, mirando de soslayo al estudiante.

La idea de presentarse a la olimpiada partió del profesor de Química del centro, Daniel Sanz, que animó a tres de sus alumnos a concurrir a la fase regional. "Hicimos el examen en la facultad de Ciencias de Badajoz y el nivel, equivalente a 2º de Bachillerato, fue un poco más alto de lo normal. Asistimos ochenta participantes y tuve la suerte de lograr el primer puesto. Mis compañeros quedaron cuarto y séptimo", recuerda David.

Lógicamente consiguió el pase directo a la fase nacional --Castellón, del 1 al 4 de mayo--, una cita a la que suelen acudir estudiantes formados expresamente por sus colegios y con alta cualificación en la materia desde la niñez. David, esta vez sí, dedicó un tiempo a prepararse el examen, ayudado por su profesor con algunas clases extras y con la lectura completa del libro de texto, además de otros contenidos. "Fue un viaje largo, cansado, nos pillaron los atascos del puente. Aprovechamos el camino para repasar todo el rato", cuenta divertido.

Una vez en Castellón tuvo que enfrentarse a 150 rivales y pronto se dio cuenta de que el nivel no era fuerte, "sino fortísimo, claramente superior a Bachillerato". Los dos exámenes competían en dificultad: el primero, con problemas interminables; el segundo, con medio centenar de preguntas "muy rebuscadas". David no se extrañó cuando comenzaron a entregarse los diplomas y él no estaba en la lista. "Pero de pronto nos enteramos de que habían dejado para el final a los diez primeros, es decir, las medallas de oro. Me quedé alucinado". El joven obtuvo el noveno puesto.

David tiene ahora la vista puesta en los exámenes finales y en la selectividad. Después, la universidad, "quizás me decante por estudiar Física en Salamanca, no lo veo claro...". Sea como sea, tendrá plaza en la carrera de ciencias que elija. "No estudio mucho, no dedico a los libros todo el tiempo que debiera, pero reconozco que se me da bien". Y tanto...