Vídeos virales, parodias, recogidas de firmas, campañas de blogueros... Los científicos han echado mano de las técnicas típicas de los activistas para protestar contra los recortes sufridos por la investigación española desde el 2009, que han culminado con el hachazo contenido en los Presupuestos Generales del Estado propuestos por Rajoy el 30 de marzo: un recorte del 26%, el mayor desde el final de la dictadura, superior al promedio de las otras partidas (16%), y que devuelve a la ciencia a niveles del 2005, casi una década atrás.

Al contrario de lo ocurrido en ocasiones anteriores, esta vez las protestas de los investigadores reciben el apoyo de muchos ciudadanos de a pie: por ejemplo, 300.000 internautas firmaron en enero una petición que reclamaba que el 0,7% de la declaración de la renta --la cantidad que se destina a la Iglesia Católica o bien a oenegés-- se invirtiera en I+D. El "que inventen ellos" ya no cuela en España, parecen decirles los ciudadanos a los políticos.

"La gente entiende que los científicos no defienden solo su categoría, sino que pretenden preservar el potencial del país para salir de la crisis", afirma Amaya Moro, astrofísica del Centro de Astrobiología (CSIC, Madrid) y coordinadora de Investigación Digna, una plataforma que en febrero del 2011 entregó a Zapatero una carta abierta firmada por 2.650 investigadores en hojas que circularon por todos los centros de investigación del país, con el objetivo de pedir mejores condiciones laborales.

En diciembre, el anuncio de la congelación de la contratación en ciencia por parte del Gobierno de Rajoy fue saludado por un vídeo viral de batas colgando, laboratorios desiertos y probetas vacías: La ciencia con cero plazas. "En poco más de tres días llegó a 100.000 visitas, y actualmente lleva 180.000", explica Lucas Sánchez, investigador del Centro Nacional de Biología (Madrid) y bloguero, que hizo el vídeo junto con el realizador Félix Gallego. A la vez, proliferaron las parodias, como un cartel de cine con un investigador huyendo con las maletas bajo el titular "no es país para científicos".

Pero la iniciativa más potente ha sido la Carta abierta por la ciencia en España, entregada al Gobierno en febrero y apoyada por prácticamente todas las organizaciones científicas del país --casi 100, desde la Confederación de Sociedades Científicas (Cosce) hasta la sección de investigadores de CCOO, incluyendo Investigación Digna-- y 27.000 investigadores y ciudadanos.

Comerse las semillas

"Investigar en España es una carrera de obstáculos en la que la gran mayoría de investigadores se ven abocados al abandono o al exilio", afirma Noelia Fernández, doctoranda en Biología de la Universitat de Barcelona y actriz en El laberinto del doctorado. En el vídeo, publicado en internet a principios de año, una aspirante a doctora huye de un monstruo sin ojos --la precariedad-- al estilo de El laberinto del fauno. Noelia forma parte de la Federación de Jóvenes Investigadores (FJI), la organización veterana del activismo científico en España, que en sus 12 años de vida ha conseguido hitos como la aprobación del Estatuto de Personal Investigador en Formación, entre otros.

"La Ciencia en España está incomparablemente mejor que hace unos años, pero todavía no es un motor económico del país", afirma Carlos Andradas, presidente de la Cosce, una entidad nacida en el 2003 que, con 30.000 científicos afiliados, es la mayor representante del colectivo en España. "Este estrangulamiento está desembocando en una pérdida de inversión, credibilidad, competitividad e investigadores muy cualificados", afirma Amaya Moro. "Tras mi experiencia de 10 años en EEUU, estoy convencida de que el sistema de I+D en España puede funcionar mejor", añade.

No obstante, no todos los científicos echan mano de la pancarta. "Muchos viven en una torre de marfil; pero tenemos la obligación de divulgar y desarrollar aplicaciones cuando sea posible", afirma Andradas. "Los investigadores deben dedicar muchísimo tiempo a su trabajo para poder ser competitivos y esto dificulta el compromiso con la sociedad", responde Fernández.

"La constatación de que la crisis ha golpeado menos a los