Charles Hynes, fiscal del distrito de Brooklyn, aseguro que esta historia "parece sacada de una película barata de horror". Es, sin embargo, un caso real y terrorífico que ha revuelto los estómagos de todo Nueva York y, sobre todo, de los familiares de 1.077 personas cuyos cadáveres fueron ultrajados en una rentable, repulsiva y peligrosa trama organizada por un antiguo dentista y tres compinches que han sido detenidos y acusados de 122 cargos.

La denuncia del caso llevaba cuatro meses en los tabloides pero fue el jueves cuando las autoridades de Nueva York presentaron formalmente su caso contra Michael Mastromarino --supuesto líder de la organización--; dos de sus ayudantes --Lee Crucetta y Christopher Aldorasi-- y Joseph Nicelli, un embalsamador que supuestamente facilitaba los cuerpos y operaba en ellos. La rueda de prensa oficial sirvió para conocer los espeluznantes detalles de un caso que, de otra forma, resultaría difícil de creer.

Negocio en crecimiento

Mastromarino, de 44 años, es considerado el cerebro del grupo. El antiguo dentista creó en el 2001 la compañía Biomedical Tissue Services, que ganó 3,8 millones de euros facilitando a instituciones médicas huesos, órganos y tejidos para transplantes e investigación, una industria que ha crecido vertiginosamente en la última década.

Mastromarino, que se llevaba entre 5.900 y 6.700 euros por cada transacción y que se enfrenta a 25 años de cárcel, le pagaba a Nicelli, de 49 años, entre 420 y 840 euros. Por ese precio, el embalsamador operaba los cadáveres con la colaboración de Crucetta y Aldorasi en una sala secreta montada en su funeraria --una de las 30 a las que puede llegar a salpicar este caso--. Como demuestran las radiografías en poder de las autoridades, a veces sustituían los huesos por tuberías de PVC y, antes de volver a coser los cuerpos, metían en ellos guantes y otro material usado en las operaciones para no dejar rastros del delito.

Si hasta aquí la trama era vomitiva, a partir de este punto pasa a ser lo que uno de los investigadores ha definido como "terrorismo médico". Los acusados falsificaban los documentos que acompañaban a los órganos y tejidos en las ventas para hacerlos más apetecibles para los compradores. Alteraban la causa de defunción o reducían la edad de los muertos ocultando el riesgo de que los trasplantados contrajeran el sida o la hepatitis C, que tienen un largo periodo de gestación.

La BBC informó ayer de que uno de los cuerpos ultrajados fue el de uno de sus presentadores, Alistair Cooke, que murió en el 2004 de cáncer a los 95 años, pero en la documentación decía que tenía 85.