TDtesde hace un par de años, los suplementos televisivos, las revistas de cotilleos, los semanarios juveniles y otros productos de la prensa popular llegan a los quioscos con varias páginas repletas de recuadritos de colores donde aparecen animales, corazones, banderas, chicas en ropa interior y muchachos fornidos de pectorales desnudos. Se trata de imágenes que el lector puede comprar para colocarlas en su teléfono móvil. Son juegos, logos, fondos y vídeos concebidos para animar la pantalla del aparato. En un principio, uno se podía encontrar de todo en estas páginas: calaveras, molinos, bebés, toreros... Pero con el paso del tiempo, los instintos primarios han monopolizado el mercado y su tiránica demanda ha seleccionado logos y fondos.

Poco a poco, las muchachas en tanga o camiseta mojada y los mocetones en posturas provocativas se han ido adueñando de esas páginas. Sorprendentemente, junto a los cuerpos semidesnudos, empezaron a aparecer banderas regionales. La semana pasada, varias de esas páginas habían eliminado los dibujitos y las banderitas que no levantan pasiones y apostaban sin tapujos por los productos para primates. A saber: el sexo y el nacionalismo. Sí señor, las últimas páginas de logos telefónicos van a tiro fijo: chicas semidesnudas, macizos reventones y banderas de Euskadi y España. No creo que haya mejor manera de explicar los peligros de los dos nacionalismos más radicales del país: el vasco y el español, que como el sexo, embotan el entendimiento, anulan la razón y te convierten en un botarate en cuanto te descuidas.