THtubo una noche en que yo también fui rey mago. También yo recorrí una vez la casa en plena madrugada y levanté una pirámide de regalos junto a la habitación de mis hijos. Qué quieren. No es fácil para un padre mirar los bolindres sin historia que son los ojos de tu hijo y decirle: la llevas clara chaval, no busques magia por ningún sitio porque el mundo es lo que ves y está en manos de gente ciega y sin entrañas y poco podrás hacer para remediarlo. Toda la magia que encuentres en tu vida será la que te provea el estudio y el esfuerzo. Pues menudo coñazo de padre. Claro que tomé la opción fácil, como cualquiera. Me apunté al carro de la tradición. Si de mí pendiera, el mundo correría otra suerte. Las bombas de racimo serían una marca de uvas para celebrar el fin de año, por ejemplo. O Aznar un exotismo histórico en la historia de este país. O la etiqueta en el vestir se la impondríamos nosotros a la Casa Real, como funcionarios que son, y no al contrario. Pero eso no va ocurrir, sencillamente porque la magia nunca ocurre. Los adultos lo sabemos y por eso nos importa tanto engañar a nuestros hijos con cuentos de niños/dioses y reyes/adivinos. Para darles un pellizco de belleza entre tanta sucia realidad. Acaso sea por eso que he pasado las navidades leyendo los viejos artículos periodísticos de Cunqueiro . También en sus días hubo guerras y hambre y tristezas, pero él sólo escribió acerca de sirenas y damas encantadas y caballos retóricos. Hay quien dice que fue un cínico que rehuyó comprometerse con su tiempo. Yo no lo veo así. Yo creo que fue un hombre sabio. Inventó un mundo mágico y hermoso que ahora yo regalo a mis hijos. Gente así hay poca. De los otros, de los que tiran bombas y siembran fealdad y muerte y tragedia, de esos vamos sobrados.